Revista Literatura

El ilusionista

Publicado el 01 diciembre 2014 por Olgasierra @mimododever

Padre nos prometió una gran sorpresa cuando tañera la última campanada del año. Madre supuso que, por fin, había encontrado un trabajo y rezó arrodillada. Yo imaginé la bicicleta BH que llevaba dos años pidiendo a los Reyes, y Merlín y Tábata eran demasiado pequeños para pensar.
Cuando dieron las doce, padre sacó su nueva varita mágica e hizo aparecer un conejo en la sopera. Se le cayeron las lágrimas. Era su primer lepórido. Madre también lloró, pero de rabia, mientras le ponía de patitas en la calle con todos sus cachivaches. Dijo que ya no aguantaba más, que era un fracasado y que, con tres críos, tenía bastante… Después, también lloré al sentir que le perdía.
La señá Joaquina, la presidenta, enternecida, nos cedió un trastero y allí le escondimos. Fue nuestro secreto. Lo sigue siendo. Cada tarde, acudo al cuarto para darle un beso. Él continúa ensayando su truco, el que –según dice– le convertirá en el mejor mago del mundo. Cierra los ojos con fuerza; se cubre con un trapo rojo; pronuncia las palabras mágicas y desaparece…
Yo me marcho aplaudiendo, fingiendo que no le veo, como cuando era niño. Sé que solo así podrá dormir tranquilo.
El ilusionista 
El ilusionista  
Participación diciembre en ENTC. Lo seguimos intentando.

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