Revista Talentos

El imperio contraataca: hongos asesinos

Publicado el 19 agosto 2013 por Perropuka

El imperio contraataca: hongos asesinos

La revolución empieza por el vestuario

La saga con tintes de western crepuscular continúa en los confines del universo conocido. La guerra moral y sicodélica -por sus guerreros arcoíris que producen confusión en el enemigo- que Evo Skywalker ha emprendido contra el imperio del norte, se cree que ha causado una importante derrota espiritual a la maquinaria propagandística de Obama. En las incesantes batallas, léase Cumbres, el caudillo de los desventurados terrícolas, desenvainando su discurso láser y rabiosamente lisérgico, ha propinado sendas palizas a la tiranía del capitalismo y sus afanes de acabar con la impoluta y sana vida comunitaria. Todos hablan de Bolivia (según voceros plurinacionales), todos hablan de nuestro guerrero, más aún después del intento solapado de atentar contra su vida en los infames cielos europeos, de donde afortunadamente su nave infatigable, el Falcon Millonario, supo sacarlo sin un rasguño y traerlo de vuelta a sus amadas tierras tropicales.
Tanta notoriedad ha cobrado nuestro héroe, cuya cabellera nido de águila y su exquisito gusto por parchar chaquetas maoístas con tiritas de aguayos andinos, son objeto de estudio de todas las casas de moda que no comulgan con las pasarelas oficiales. Hay quienes buscan infructuosamente al modisto que revolucionariamente ha cosido la efigie del Che a las chamarras alpaca de S. E., secreto mejor guardado que la fórmula de la odiada Coca Cola. Se dice que los trajes que deja de usar, pasan automáticamente a engrosar el museo de los trajes históricos, para que en cinco mil años, los arqueólogos del futuro se rompan la cabeza tratando de desentrañar su origen.
Desde el advenimiento de esta nueva era, de atmósfera armoniosa con la madre Tierra y alineación perfecta de otros planetas, con Evo Morales cabalgando su caballito del cambio, se cuenta que en los pasillos de la Casa Blanca andan sumamente preocupados,  porque ven con irritación y temblor en los pies que Bolivia se está convirtiendo paulatinamente en la base antiimperialista por antonomasia. De sus cuarteles (hoteles de lujo) donde todos los rebeldes se reúnen, están saliendo apóstoles muy bien pertrechados de doctrina socialista, con avanzados conocimientos de esoterismo andino, que los sofisticados instrumentos tecnológicos imperiales no podrían descifrar. Es inminente la derrota del imperio decadente, braman a su turno sus principales comandantes, sabiendo que los sahumerios son más poderosos que los fusiles para proseguir con la lucha.
Así las cosas, ante la rocambolesca situación, las fuerzas imperiales de Obama apenas pueden salir de la estupefacción. Ante la imposibilidad de librar combates contra los rebeldes con armas y métodos convencionales, tuvieron que recurrir a asesores expertos en lecturas del tarot, hojas de coca y ramas afines. Estos sugirieron que había que atacar a Evo, allá donde más le doliera, al corazón de su revolución verdolaga. Esto es, darle en la madre a sus temibles cocaleros, los guerreros escogidos de S. E., quienes constituyen la avanzada de su movilización contracultural, con tácticas de hormigas marabuntas, siempre dispuestos a acabar con los jardines cochabambinos en sus paseos multitudinarios.
Mientras Evo y sus discípulos libraban su guerra farandulera a los cuatro vientos, el imperio del norte se movía entre las sombras, movilizando a sus  guerreros invisibles, unas terribles armas biológicas que fueron soltadas al espacio exterior, con la misión expresa de atacar a los cultivos sagrados de los cocaleros del Chapare. Poco a poco, hectáreas enteras de cocales se fueron secando desde raíz, sembrando la incertidumbre entre sus cultivadores, entre los cuales, muchos creían que era un castigo divino, una venganza de la Pachamama por herirla a machete limpio para despejar zonas boscosas y seguir sembrando su arbusto depredador (sabido es que la coca empobrece el suelo rápidamente). Entretanto algunos agrónomos establecían que probablemente se trataba de la acción de hongos u otros parásitos, varios cocaleros reconocieron abiertamente que fumigan sus cultivos con pesticidas de industria norteamericana, dando a entender que esos productos eran culpables de la contaminación, idea que pronto fue reforzada por un visionario senador oficialista, el cual afirmó: “no es casual, estamos convencidos. Si ustedes recuerdan el Imperio ha planteado acabar la hoja de coca no sólo en Bolivia, sino en toda Latinoamérica fumigando con herbicidas, con insecticidas. Y está casi comprobado, este hongo aparece en un herbicida, pero de dónde vendría, estoy convencido viene del imperio, viene de Estados Unidos.”.
Estas batallas fungiformes han abierto una grandísima brecha en el discurso romanticoide y con ribetes agroecológicos del régimen de Morales. Ustedes han visto las imágenes de su trajinar en todo foro mundial donde pretende demostrar, hoja en mano, las virtudes inagotables de la planta. Por el momento, los hongos no han causado gran daño, quizá solo sea una excusa para mudarse de sitio, trasladando los cultivos a zonas más propicias, como el vecino parque indígena del Tipnis. Lo que sí es un hecho comprobado, es que la industria del narcotráfico florece más que nunca. Coincidiendo con la asunción de Morales, el país se ha inundado de fábricas de cocaína, prácticamente en todo el territorio, incluyendo el desértico altiplano, cuando antes estaban muy delimitadas las regiones productoras. Y en su infinita candidez, todavía se jactan de que incautan más droga que la DEA y sus agentes especializados. ¿El mundo exterior será tan ingenuo para creer que los cocaleros, y sobre todo los jerarcas de poncho y corbata en sus reuniones, mastican esa misma coca fumigada? No sé si habrá gente idiota que esté dispuesta a envenenarse lentamente. Lo que es seguro, es que todavía hay mucha gente dispuesta a tragarse el discurso, con teorías disparatadas o sin ellas.

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