El indolente número 23

Publicado el 06 junio 2013 por Javier Sánchez Menéndez @JSMenendez

Sobre la mesa del salón dejé el libro inédito que envió un poeta gallego aspirante a promesas incumplidas. No pude pasar a la segunda página. Frustrado y con la única compañía de un Sultán en celo bajé las escaleras hacia la playa.
Cada día cuesta más realizar este tipo de movimientos. La cadera comienza a atrofiarse y la masa muscular desaparece en el intento de convertirse en poeta, poeta de un día.
Llego a la orilla pero no puedo sentarme. Paseo despacio. Muy despacio. Corre Sultán por la arena. A ratos introduce un poco de sí en el agua y sale removiendo el cuerpo sobre las patas.
Enciendo un cigarro y fumo tranquilo. Siento una presencia extraña. El indolente número 23 se ha colocado detrás. Doy la vuelta y lo observo. Ese ser no se inmuta. Le cuestiono la propia presencia, las actuaciones de ellos, su extraño comportamiento. No dice nada.
Levanto un poco la vista y la dirijo hacia sus ojos. Sin manifestar miedo observo su mirada. En ese justo instante recibo mensajes en la cabeza. Sin mediar palabra alguna me contaba cosas. Muchas cosas. Era como una repetición sagrada de misterios, un beso en la frente con el calor de una vieja pensión donde el amor discute. Aprendo pero no asimilo. Recibo información que debo ordenar.
Cuando procedía a organizar las palabras, los actos, el indolente número 23 da media vuelta y se marcha. Sube las escaleras más cercanas que conducen hacia arriba. No puedo seguirlo. La cadera molesta, andar por la playa no es bueno.
Llamo a Sultán y busco la subida más fácil, aunque esté lejos. En el camino organizo, reconstruyo, ordeno los mensajes.
Sultán no había ladrado y me extrañaba. El perro seguía saltando como si nada.
Esta ha sido la única vez que un indolente se comunicó conmigo. De una manera extraña pero existía esa comunicación.
Desde entonces, cuando la luz del faro Camarinal se apaga, corro hacia la puerta y la golpeo con fuerza. Al rato vuelven a encenderlo y bajan. Se marchan en la noche.
Sultán sigue sin ladrar.