Se escucharon unos tímidos gritos:
—¡A Barrabás!
—¡A Jesús! ¡A JESÚS! —chilló, sin embargo, la mayoría.
Jesús fue liberado.
En aplicación del decreto de indulto, tuvo que regresar a Nazaret. Allí retomó su trabajo de carpintero, se casó y no volvió a pisar una sinagoga.