Este silente influjo que el moverse entre poemas, homenajeando a Bécquer, otorga a quienes nos sentimos algo más sensibles que la media, trae como consecuencia que esta página se vista -irremediablemente- con sus románticos versos. Existen Rimas con las que nos identificamos, o eso creemos, más que con otras, y así como ya leí públicamente en su día la X y XIV, hoy os recito con la mudez de la virtualidad, la Rima LXV. Disfrutadlo…
Rima LXV
Cruza callada y son sus movimientos
silenciosa armonía:
suenan sus pasos y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva:
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume
el color y la línea,
la forma engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá lo que yo creo que calla,
más que lo que cualquiera otra me diga.
Gustavo Adolfo Bécquer