Revista Talentos

El inicio de la primavera

Publicado el 23 agosto 2013 por Gogol

Desde entonces, cada nuevo día el sol salió más temprano y el aire fue un poco más cálido. Con él llegó el dulce aroma de la tierra floreciente y esos innumerables sonidos acusadores de que la selva despierta a la vida en su lecho de nieve. El pájaro del anta comenzó a cantar alegremente, saltando de rama en rama, y buscando a la pareja con que hacer el nido. Y los grajos y los cuervos ahuecaban el plumaje al sol, y los pinzones de las nieves, pequeñas beldades vestidas de blanco y negro que solían animar los nevados bosques con destellos de piedras preciosas, iban desapareciendo poco a poco. Las yemas de los álamos fueron hinchándose, hasta que, abriéndose como gusanos reventones, fueron pasto de las perdices.
y salió de su sueño invernal la enorme osa acompañada de sus oseznos, a quienes enseñó a doblar las tiernas ramitas de los álamos en busca de las yemas abiertas. Y bajó el anta de las tempestuosas cimas de las montañas del Norte, donde pasaron el invierno huyendo de los lobos.
Por todas partes formaba arroyos el deshielo, en todas partes se oía el ruido del hielo al romperse, y cada noche, la aurora boreal se alejaba un poco más hacia el Polo Norte …
Muchos minutos estuvieron los dos mirando en silencio hacia el Norte. A sus pies extendíase la amplia llanura donde Mukoki matara en otra ocasión a un reno, mientras ellos le observaban desde la meseta. Más allá distinguíanse grandes extensiones de espesos bosques, interrumpidos aquí y allá por otras llanuras, y un gran número de lagos resplandecían en el tinte rosado del sol poniente.
Cuando Roderick contempló por primera vez aquella región, pocos meses antes, había visto un mundo de hielo y nieve, un panorama deslumbrante de helada blancura que llegaba hasta el Polo Norte. Ahora, el mundo aquel despertaba al mágico influjo de la primavera. Desde muy lejos distinguieron los dos jóvenes buscadores de oro un destello del río cuyo curso seguirían para llegar hasta el precipicio. El invierno anterior no era más que un pequeño riachuelo. Ahora bien, podía dársele el nombre de río …

J. Oliver Curwood

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Etiquetas: Cuentos, Historias cortas


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