NO TENGO NINGÚN reparo en admitirlo. Yo también pensaba que la revitalización del llamado Triángulo Ballesta, entre las calles Corredera Baja de San Pablo, Gran Vía y Fuencarral, podría llegar al fin con la modernización comercial. Hoy no lo tengo tan claro. Algunos ya me advirtieron de que lo único que había detrás era una operación estrictamente lucrativa y de imagen. Como vecino de la zona admito que la estética ha cambiado algo, si bien las mejoras sociales están tardando demasiado en llegar.
No basta con lavarle la cara a la calle Ballesta. La situación en Desengaño y su aspecto cutre apenas ha variado, salvo en el tramo peatonalizado de Mesonero Romanos, y la sensación personal es que estamos ante un invento fallido. Estamos mejor que antes, qué duda cabe, pero no todo lo bien que sería deseable, fundamentalmente porque se ha confiado toda la recuperación a la revitalización comercial. Tengo la impresión de que el verdadero cambio llegará cuando el Ayuntamiento de Madrid se implique a fondo y no lo fie todo a la mejora de los establecimientos comerciales. Es un hecho que las prostitutas siguen donde estaban, que la limpieza deja todavía mucho que desear y que cuando cierran los comercios no es un sitio apetecible.
La degradación de la zona había adquirido tintes casi dramáticos, pero la cración de un gran área comercial no parece la panacea que salve a los vecinos de las graves carencias que tienen en cuanto a equipamientos sociales, culturales y deportivos. La tendencia ahora, paulatina pero me temo que imparable, es ir montando locales de hostelería. Es decir, negocios incompatibles con la tranquilidad vecinal. La Asociación AcTriball hace una labor sin duda meritoria, pero no serán ellos los que nos salven del olvido y la desidia municipal de años. Los vecinos de la zona Centro necesitan una nueva oportunidad. Los inventos, ya se sabe, mejor con gaseosa.