Alaska , 24 de febrero de 2015
Aquí va la segunda parte que os prometí, donde Francesc E. Jensen responde a padres preocupados por sus hijos adolescentes.Pero antes, permitidme una premisa. Siempre que escribo sobre neurociencia, genética, psicología evolutiva o ciencia en general, muchos educadores, en distintos foros, me recuerdan que la genética no lo es todo, que no estamos totalmente determinados, etc. Es curioso que me lo recuerden, porque la mayoría de los científicos que he leído o con los que he hablado coinciden en eso. Hay bastante consenso científico en considerar que la importancia de los genes, de la herencia, de lo innato es muy semejante al peso del medio ambiente y la influencia de la educación en el desarrollo de la persona. Es curioso, digo, tanta insistencia en la cuestión, cuando el problema es más bien al revés. Solemos ser nosotros, salvo excepciones, los que tratamos lo innato como si fuese minucia, como si el ser humano fuese una tabula rasa, como si la educación lo pudiese todo. En este sentido, las letras suelen mostrarse mucho más soberbias que las ciencias, y mucho menos modestas que ellas, aunque parezca lo contrario.El ser humano no es una tabula rasa. La genética no lo es todo. La educación tampoco. Conocer más profundamente al ser humano puede ayudar a que nuestras acciones educativas sean más atinadas. De eso se trata.
Perdón, os dejo con Jensen, segunda parte:
¿Por qué los adolescentes tienen tan poco interés en hacer los deberes? ¿Cómo puedo motivarle? Según Jensen, "Los cerebros adolescentes tienen más conexiones sinápticas que los adultos, lo que les hace más impresionables, ya que construyen sinapsis y las modifican a medida que aprenden". La plasticidad del cerebro y los estímulos son a la vez un riesgo y una oportunidad. Hoy, los adultos, respecto a los adolescentes, competimos con Facebook o los videojuegos, que son infinitamente más divertidos que hacer los deberes. Pero, y aquí la buena noticia: "es un periodo de grandes oportunidades". Durante la adolescencia, esa plasticidad hace que, con una buena atención de los adultos que trabajen sus fortalezas y sus puntos débiles, se pueda llegar a alcanzar éxito académico, aunque los informes que nos lleguen de primaria sean agoreros.¿Y que hacemos con Instagram, Facebook, Whatsapp?Jansen es contundente al respecto: deberíamos desconectar los teléfonos, las tabletas y otros dispositivos cuando están estudiando. "El cerebro adolescente está hambriento de estímulos. Pero hay una cantidad sin precedentes en el mundo actual, quizá más que nunca. Como los adolescentes no tienen acceso a sus lóbulos frontales, utilizar su juicio para decir: -Ya he tenido suficiente-, sigue siendo una debilidad para ellos ". Pueden hacer varias tareas a la vez mejor que los adultos, cierto, pero la distracción excesiva dificulta su aprendizaje.
¿Y el consumo de drogas?Jensen pide mostrarse alerta. "Los adolescentes están preparados para aprender rápido, pero la adicción es en realidad una forma de aprendizaje". La misma cantidad de drogas o de alcohol tiene un efecto mucho mayor que en los adultos. Algunos consumos, dice Jensen , pueden provocar cambios en la química del cerebro, de la misma forma que los provocan el aprendizaje académico o los entornos favorables.
¿Qué efecto tienen los videojuegos sobre el cerebro adolescente? "Los videojuegos y los juegos de azar usan los mismos circuitos de recompensa que cualquier otra adicción". El cerebro juvenil "reacciona con más fuerza al estrés que el cerebro adulto". Un buen consejo para educadores: ayudar a los jóvenes a poner en perspectiva lo que ven y hacen en los videojuegos y estar atentos si dejan de interactuar con personas reales por centrarse en los videojuegos (en este sentido, dentro de poco les comentaré una excelente propuesta educativa de un alumno dela UdG, donde la pasión por un videojuego crea vínculos reales entre los participantes).
¿Y por qué tienen comportamientos raros, como no abrigarse cuando hace frío? No planifican. Sus prioridades a veces no tienen que ver con el sentido común. "Los adolescentes harán cosas estrafalarias para agradar a sus pares, aunque eso signifique empaparse".
Y, para terminar, una pregunta que nos interpela ¿Cómo puedo cuidar de la salud mental de mi hijo? Jensen nos da un consejo: Esté conectado con él. "Cuando los adolescentes parecen estar socialmente aislados o ganar o perder mucho peso, o dejan de preocuparse por sí mismos, los padres tienen que ser conscientes, ya que esto podría ser la primera señal de un problema más profundo". En estas edades, si tienen una incipiente enfermedad mental, no todos sus pares estarán tan bien equipados para ser comprensivos como lo estarían los adultos, porque no tienen tan desarrolladas las habilidades empáticas. O sea que, por irónico que parezca, aunque los adolescentes no quieren hablarnos, necesitan volverse independientes y solo quieren estar con sus amigos, ante problemas graves pueden encontrar más empatía en los adultos que en sus iguales. La cuestión, querido lector, parece que consiste en estar siempre ahí.
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