Revista Talentos
El juego del miedo
Publicado el 13 octubre 2015 por PablogiordanoTerror, antología, a secas, es otro producto para masas. Escriben aquí 13 argentinos. Esta vez le tocó el turno al género del miedo y la tapa lo deja bien en claro con enormes letras mayúsculas junto a lo que más importa a la hora de vender el libro: los nombres de los autores. Solo un par de ellos pueden emparentarse con el género a priori: por ejemplo, Federico Andahazi y Alberto Laiseca. El primero presenta un cuento donde un esquizoide necrófilo se enamora de una mujer viva -quizá lo mejor del libro- y Laiseca divierte con una historia clásica de charlatanes de feria ambulante, que aseguran curar el vampirismo -que ellos mismo simulan en las aldeas que visitan- hasta que intentan redimirse con un prostíbulo de putas zombies. “Las historias de terror se alimentan sobre la propia naturaleza del miedo: siempre es menor la fuerza de las víctima que la potencia de aquello que deben enfrentar” explica Graciela Gliemmo en el prólogo e insiste en lo característico del género: cómo y cuándo debe emerger el horror, el porcentaje de monstruo que se debe mostrar, si es físico o psicológico, el punto de vista, cómo el lector recorre el horroroso camino de la víctima, etcétera. Es curioso que el prólogo de cuenta de aquello que va a ejercerse muy poco en las páginas venideras. Pablo De Santis en “El Paciente de Faraday”, narra la historia de una psiquiatra que investiga a un supuesto doctor y su paciente en un hospital militar del fin del mundo y logra inyectarnos una molestia psicológica que no llega a asustar, al igual que Gabriel Rolón con la historia de un hombre que cae por las escaleras y queda cuadripléjico, solo en su casa, con su ovejero como única esperanza. Las demás son historias circulares, paradojas espacio-temporales, cuentos que parecen para niños y literatura absolutamente ajena al género como la de José Pablo Feinmann. El terror en la literatura está injustamente clasificado como menor. Su práctica es muy difícil porque debe sortear innumerables lugares comunes que lo vuelven casi imposible. No sólo hace falta ser un cultor, por no decir un experto, sino tener conocimientos psicológicos y médicos para provocar, a través del intelecto, que las glándulas suprarrenales segreguen la adrenalina necesaria para que todos nuestros sistemas de alerta físicos se alteren. No otra cosa es el pánico. Esta antología es una prueba de lo que ocurre sin esos requerimientos. Todos los autores aquí citados son grandes escritores, pero los convocaron al juego equivocado. Algunos sabían ciertas reglas y se mantuvieron atentos, otros ya habían practicado este deporte y produjeron obras de calidad, la mayoría fueron dignos pero no entendieron en qué participaban o no les importó. Todos, en mayor o menor grado, mostraron su pata de palo para golpear este balón extraño en un campo de juego tan pesado.
Autores: Federico Andahazi, Marcelo Birmajer, Pablo De Santis, Mariana Enriquez, José Pablo Feimann, Jorge Fernández Díaz, Federico Jeanmaire, Alberto Laiseca, Guillermo Martinez, Paula Pérez Alonso, Claudia Piñeiro, Gabriel Rolón, Guillermo Saccomanno.