Al fin empiezo a disfrutar de las cosas, de mi nueva rutina. Salgo a la calle con una sonrisa en la boca, con la música siempre sonando mientras mi mirada se cuela curiosa entre la muchedumbre de la gran ciudad. La brisa que tanto me sacaba de quicio se a vuelto mi aliada, ya no enreda mi pelo, ahora soy yo quien se mece ante su presencia. Las prisas son un simple juego de niños con un tic-tac incesante que marca los momentos por disfrutar. He dejado de enfadarme por el ruído porque siempre está ahí Francino hablándome de la vida. Un cómplice que se esconde entre las ondas y que cada tarde puntual acuda a nuestra cita. Esa voz amiga que no tiene reparos en llamar gentuza a la basura que prolifera entre nosotros. Por fin me he encontrado, se que es un juego al igual que la prisa, una partida que ha comenzado y de la que soy encargada de ir moviendo ficha. Es el momentos de repartir 24 horas, organizar las tareas e intentar no perder un segundo en tristeza o palabras vacías. Me da completamente igual cuantas veces me abofetee la vida, sigo creyendo que quedan muchas cosas buenas por vivir y que si me doy por vencida las perderé.
Pensando en este fin de semana hubo un momento muy especial en él, de esos instantes que suceden sin más y son perfectos. La soledad de una playa casi vacía, perdida entre mis pensamientos con mi música, empezó a sonar una canción que me agarro por dentro como si en ese momento alguien me abrazase con fuerza. Es de esas canciones que jamás escucho adrede, siempre dejo que sea el destino la que la ponga en mi cabeza. Me emocionó mucho esa preciosa casualidad y durante esos cuatro minutos, aunque se hubiese parado el mundo, no habría dejado de sonreír.
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El lado bueno de las cosas
Publicado el 28 mayo 2013 por SaraibaTambién podría interesarte :