Revista Literatura

El lago de la vida

Publicado el 15 junio 2014 por Javier Juste

El viejo ve su reflejo en el lago. Contempla su arrugado rostro, pero ese no es él. Levanta una piedra y se mancha con el barro, cemento gris que adorna sus callos. Sin pensar demasiado, nota una brisa que mueve las hojas de los árboles. Escucha la vida mientras observa al anciano atrapado. Parece que respira bajo el agua. Parece que respira sobre ella. Sus ojos escondidos y su rostro olvidadizo, de pelo escaso y facciones reptilianas no son suyos. ¿Quién es? ¿Por qué le mira? ¿Qué ha hecho con su reflejo? ¿Quién soy?

El hombre llora, se sabe viejo. Su vida se acaba, ya no tiene nada. Incluso su reflejo le ha abandonado. Los amigos y las risas, la cerveza fría, las guerras, las luchas, la paz, la revolución, la poesía, los libros, el amor...Todo flota en ese falso mar, su vida sumergida entre los juncos, la tinta desdibujada, los versos al fin libres, dejan de existir...Y entre ellos aquel hombre que le mira que no es él. Esa brisa que sin querer le mece. La bondad del mundo frente a las arrugas del hombre. Levanta la piedra, y suavemente, sin vida ni fuerza, la deja caer.

La gravedad hace el resto, como era de esperar. Cae el canto, rompiendo el aire, directo a la calma, preparado para nada, sin saber ni querer saber, sin ser, sin poder elegir. Cae y rompe el agua, que sin ganas, se deja quebrar. Pero entonces el viejo sonríe, pues ahora puede verse, su reflejo ha vuelto. La nube difusa, la definición incierta, los versos del poeta, tormenta en alta mar...Un nuevo rostro con nuevas historias...Al menos hasta que vuelva la calma.


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