Hace un par de noches pasaron una película de la que había oído hablar en el 2008, porque la protagonista femenina, Kate Winslet arrasó con los premios de la Academia como mejor actriz. El papel protagónico lo tuvo Ralph Fiennes.
EL LECTOR, escrita por un autor alemán, juez y profesor de leyes, fue publicada en 1995 con relativo éxito en Alemania y en Estados Unidos. No fue una best seller millonario, pero recibió numerosos premios, y lo que elevó las ventas en Estados Unidos fue su inclusión en el Book Club de la presentadora Oprah Winfrey.
Me gustan las novelas que tocan estos temas que a algunos lectores les parece muy repetitivos. En el caso de mis novelas les aseguro que no es así. Y en el caso de EL LECTOR específicamente, tampoco.
Alemania,1955. Michael Berg es un joven de quince años que conoce por azar a una mujer de treinta y siete años: Hanna Schmitz. Nace entre ellos una atracción sexual muy fuerte y se transforma en amor. Michael estudia en la escuela y a Hanna le gusta que él le lea todos esos libros que él lleva en su bulto escolar. La dama del perrito, de Chejov, La Odisea… hasta las Aventuras de Tintín. Cierto día ella desaparece misteriosamente y cuando él llega no la encuentra. Hanna a marcado un hito en la vida de Michael, y a pesar de ser mucho mayor, él jamás podrá olvidarla.
Pasa el tiempo y Michael sigue pensando en ella, y como está seguro de que es analfabeta graba una serie de novelas con su voz y se las envía a la cárcel, gracias a ello Hanna aprende a escribir comparando la voz con el libro original sacado de la biblioteca del penal y empieza a enviarle notas que él jamás llega a contestar. Es una relación extraña, cercana y a la vez lejana, él se ha casado, se ha divorciado y tiene una hija, pero Hanna sigue ejerciendo en él una fascinación más allá de lo puramente físico.
Cierto día lo llaman de la cárcel al ser la única persona que tiene contacto epistolar con ella y le anuncian que Hanna saldrá libre. Han transcurrido veinte años, Hanna es una mujer vieja, con todo lo que conlleva estar en una prisión, y Michael va a visitarla para decirle que le ha conseguido un lugar donde vivir. No hay contacto físico, él permanece lejano, ella también, aunque sus miradas dicen mucho. El día que él llega a recogerla se entera de que Hanna se ha suicidado. Le ha dejado una lata de té muy antigua cuyo contenido él debe entregar a la niña que sobrevivió en el incendio de la iglesia.
Michael se pone en contacto con la sobreviviente y viaja a New York. La mujer es rica, lo recibe en su lujoso apartamento y lo trata con desprecio. Su mirada destila odio y rencor, sus gestos son desagradables. No acepta los seis mil marcos que están dentro de la lata, pero se queda con la lata como recuerdo que parece traerle alguna clase de sentimientos. Michael promete donar el dinero a una institución judía alfabetizadora aunque la mujer le dice con sarcasmo que dudaba que hubiera judíos analfabetas.
¿Qué fue lo que llevó a Hanna a comportarse así como miembro de las SS? Durante el juicio ella permanece tranquila, segura de tener la razón, de haber cumplido con su deber, y se asombra de que lo pongan en duda. Espera ser comprendida, ella no tiene el menor rastro de culpa, es absolutamente indiferente al dolor que muestra la madre que la acusa. A ella lo único que aparentemente le interesa es que nadie se entere de que no sabe leer ni escribir.
¿Qué llevó a Michael a tener unos sentimientos tan arraigados por una mujer como Hanna? Él no sabía quién era ella cuando se enamoró. Era una relación en la que Hanna tenía la parte dominante, pues era él quien se había enamorado de ella con locura. Mientras Hanna se dejaba amar y escuchaba las lecturas. Es como si solo a través de la literatura existiese un nexo de unión entre dos seres tan dispares. Ella jamás soltó una lágrima, aceptó todo como venía, el amor de Michael, la acusación, las grabaciones… extraña mujer esta Hanna, muy bien caracterizada por Kate Winslet.
La hija, la sobreviviente, cuya madre había muerto ya unos años atrás, es mostrada como una persona implacable. Dura, fría y rencorosa. Hay gente que no puede perdonar, ni aunque pase toda una vida. Curiosa la manera de presentar a una judía, con las características que las distingue, en medio de un ambiente de dinero, de mucha categoría… creo que el autor quiso enviar un mensaje solapado al mundo.
Me hubiese gustado que esta sobreviviente llevase una vida normal, clase media baja, que hubiese olvidado todo y que hubiese aceptado el dinero. No sé, a lo mejor tengo los valores equivocados, pero me hubiera parecida más humana.
Los alemanes siguen viendo a los judíos de una forma y los judíos a los alemanes de otra. Creo que nunca se pondrán de acuerdo.
B. Miosi