Revista Talentos

El lenguaje y las preguntas, a los tres años

Publicado el 29 mayo 2018 por Sylvia
Muchos compartimos el gusto por el lenguaje infantil con sus variaciones deliciosas. Yo amo el modo en que los niñitos van manejando los verbos. En la colección de frases de B, tengo: "Mami, ¿jugas conmigo?", "¿Este me lo pongas?" "No quiero sonríar". Parece, sin embargo, que no nos queda mucho de eso; el cumpleaños número tres aceleró todo. Cuando empezaba a preocuparme su no querer dejar de ser bebé, decidió que es "muy mayor" -para lo que le conviene-.
Ya habla más como lo hace una "niña crecida". De lo que todavía hay mucho es de sustituciones de palabras nuevas por palabras que conoce y se escuchan parecido. Quisiera ir detrás de ella con una grabadora lista para registrar sus ocurrencias, pero no se puede y al rato se me olvida lo que dijo.
Ahora que es "tan mayor", en la medida que se aleja de ese lenguaje infantil entra en el mundo del ¿qué?, ¿cómo?, ¿por qué?, ¿y qué pasa si...? 
Algunas preguntas me han puesto un poco en complicación:
- ¿Por qué están tristes los enanos?
- Porque creen que Blanca Nieves se murió.
- ¿Por qué están tristes porque creen que se murió?
- Porque ya no van a poder jugar con ella, ni hablar con ella, ni nada. Cuando la gente se muere se va al cielo y está bien, pero nos ponemos tristes porque los vamos a extrañar.
Que quede claro que morir es natural, que el muerto ya no siente nada, que lo que sigue a morir es bueno pero morir no es algo deseable, que se muestre la empatía con los deudos... Creo que algunas mamás tienen menos conciencia de las implicaciones de sus respuestas y la pasan mejor; pero esta mamá ha pasado buena parte de su vida repensando.
La pregunta estrella de la temporada vino por accidente, hace unas semanas, cuando tuvimos que entrar al baño mientras su papá se bañaba y la señorita jaló la cortina de la regadera.
- ¿Qué tiene mi papá ahí?
- ¿Ahí? ¿De qué? - Intento escapar porque ya tenemos un asunto con sus propios genitales. Creo que menciono los brazos y las piernas, o el shampoo y el jabón; no sé qué, pero menciono algo.
- Aquí. - Claramente señala su pubis.
- Un pene.
- Cuando crezca, yo voy a tener un pene.
Toda mi educación sexual como psicóloga, toda mi formación en teoría de género, todo mi conocimiento sobre diversidad pasa como un flash por mi mente en lo que respondo:
- No, tú no vas a tener un pene. Vas a tener tetas, como mamá. 
- ...
- ¿Te gustan?
- Sí.
- ¿Por qué papá tiene un pene?
- Porque es hombre. Tú eres niña, vas a ser una mujer, como mamá. Los hombres tienen pene y las mujeres tenemos tetas.
O sea: invisibilización del clítoris -que es lo que correspondía nombrar-, ni mención de los testículos...
Ya habíamos pasado por el nombre de los genitales masculinos cuando veíamos cómo cambiaban el pañal de un primo bebé; pero respecto al cuerpo de un hombre adulto, la cosa cambia. Cambia para mí, por supuesto; para ella todo es igual de natural; con el mismo interés descubrió mis lunares, hace poco.
Y yo que me sentía, digamos, "evolucionada" al respecto...
Tomamos la opción de la explicación binaria de género, esperando que la educación que le damos le permita encontrar normal que hay hombres con vagina, mujeres con pene y un etcétera maravilloso en la diversidad humana.
Me cuestiono todo, pues. Igual lo disfruto. Nuestras respuestas le dan lo que apreciamos.
Ya preguntó también "¿Cómo nací?"
Silvia Parque

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