El llanto entre las telasManhattan, 25 de marzo de 1911
Sarah lloraba. Había salido ilesa de aquel infierno, pero su vida ya nunca volvería a ser la misma desde entonces. Había ido a trabajar como siempre desde los últimos años, pero nadie pudo prever lo que aquel día ocurriría en la fábrica de camisas neoyorquina situada en pleno Manhattan. Sería aquella una fecha que a muchos nunca se les borraría de la memoria.Alguien muy atontado, o muy malintencionado, todo podría ser, habría tirado una colilla encendida en una papelera llena de restos de tela, aunque esa teoría se desmentía sola, pues el mismo fumador seguramente perdió la vida aquel día. O el fumador hacía gala de muy pocas luces, o su despiste había sido monumental.
-Miriam, ¿qué vas a hacer? –preguntó Sarah entre hipidos.-No quiero morir quemada, es mejor que si es inevitable sea lo más rápido posible.-Pero van a venir los bomberos y nos salvarán, lo verás. -No esperes que eso ocurra. El incendio ha sido provocado por los jefes. Ya están hartos de nuestras reivindicaciones y han decidido cortar por lo sano. Nadie tira una colilla en un cesto lleno de tela, algo así sólo puede ser provocado intencionadamente, es más, nadie debería fumar en una fábrica que trabaja con telas. Quieren deshacerse de nosotras, nuestras huelgas les cuestan dinero. Los bomberos no vendrán, pero el fuego sí. Adiós pequeña Sarah –y diciendo esto se tiró por la ventana desde el piso décimo. Un ruido seco se oyó al impactar su cuerpo contra el suelo. Sarah lloraba.
Pero en el seno de la sociedad neoyorquina, el accidente, que así se publicitó, removió una serie de conciencias que derivó en una mejora en los derechos laborales de todos los trabajadores en Estados Unidos, y una consolidación a nivel internacional de un día que conmemorase aquel desastre y lo que supone a día de hoy como símbolo de lucha para los trabajadores, y en particular para ellas, que por entonces recibían la mitad de salario que un hombre por el mismo trabajo. Muchas de aquellas mujeres, era cierto, habían luchado desde hacía años en la calle por sus derechos y acabaron convirtiéndose en símbolos de la lucha obrera.Tras despertar de la pesadilla, a menudo llegaba a la memoria de Sarah la última mirada de su compañera y amiga Miriam, antes de saltar hacia su final. Fue su decisión, aunque Sarah siempre pensaba que la lucha no debía circunscribirse solamente a mejorar las condiciones laborales: aquel día había tocado cambiar las pancartas por coraje, frialdad ante el posible final, y fuerza para luchar por evitarlo y preservar lo más importante: la vida. Ella lo había logrado. Desde entonces siempre miraría al cielo buscando justicia.
Que nadie las olvide. In memoriam.