Revista Literatura

El lobo en el corral de las ovejas

Publicado el 19 julio 2012 por Humbertodib
El lobo en el corral de las ovejas
Estábamos sentados en la vereda, apoyados contra la pared de una casa vecina, era de noche, tal vez demasiado tarde como para que dos críos estuviesen en la calle. Hacía un poco de frío y por eso nos apretábamos hombro contra hombro. Sobre las piernas sosteníamos una revista de historietas abierta al azar, pero por debajo de esas hojas colorinches comenzábamos a conocer los secretos del sexo. Entonces me pareciste la más linda, la más dulce, la más amada de todas las nenas.A partir de esa noche decidí tomar fotos… fotos móviles de todos mis momentos idílicos, fotos que guardo en el álbum que los tontos llaman memoria y que, de tanto en tanto -cuando el sopor de la siesta me asalta y comienzo a adormecerme-, saco y hago correr para que se unan imágenes a emociones. Entonces caigo en una especie de realidad narcótica, metamensaje visual que se acerca -y se aleja- tanto de la verdaderarealidad: juego de espejos enfrentados, calidoscopio y vórtice al que nos arrastra la somnolencia vespertina. Lo cierto es que tus fotos siempre son las preferidas, fotos como las de aquella noche fría de dedos palpitantes y húmedos, trémulos e inseguros.Pero el tiempo pasó y me dediqué a hacer un hombre de mí, rechacé -como era la regla- todo lo femenino. Preferí el fútbol, las peleas, las malas palabras, el tonto engaño de la insensibilidad varonil, sin embargo, en mi interior te fuiste haciendo cada vez más fuerte, tu efigie comenzó a acometer con tal energía contra esa puerta tallada con emblemas masculinos, que todo el edificio se resquebrajó hasta caer. Y es por eso que cuando salgo del letargo hipnótico de la siesta, no puedo cerrar los ojos por mucho tiempo, pues las escenas se anudan tan fuertemente a los afectos que creo verte en todos lados -fantasma mío-, y una especie de dolor líquido comienza a llenarme el alma que se vuelve un cántaro henchido por este sufrimiento tibio que me recorre el cuerpo, que avanza lento, silencioso y delicado como los pasos de un lobo en el corral de las ovejas. Entonces tiemblo de deseo de apretarte contra mí para llorar -sin pudor- mis prematuras lágrimas seniles, para hallar en ti aquello que me faltó en el momento en que no debía faltar, o que tuve pero no me di cuenta de que lo tenía y por eso me parece que faltó. Pero no hago más que vomitar esta parrafada corrosiva e inútil, porque aún creo que por el oscuro camino de las letras, que por este espurio reino de mandatos sintácticos y preceptos semánticos, pueda volver a encontrarte…
Bebo de tu vino como si fuese veneno,Bebo de tu copa como si fuese de fuego;Esta tarde algo se agita aquí dentro,En esta alma acostumbrada al mismo desencuentro.
Te pido que no me entiendas, Porque si me entendieses caería el último de mis espejos.Te pido que me dejes tragar tu amarga ausencia,Porque con ella construiré un nuevo recuerdo.
Un recuerdo adolescente que vibra dentro de mi cuerpo,Y que parpadea frente a mis ojos.Una inocente risa tuya que me asesina sin remordimientos, Y yo que me dejo arrancar la piel con sólo saberlo.
Eres la única -pero todas- con el mismo cetro,La caricia al que ya se sabe muerto,La Reina de una tierra de nadie,La cruel obstinación del que ya conoce este desierto.
Lo que más recuerdo son tus ojos oscuros, y esas pequeñas bolsitas en los párpados inferiores que encendían tu mirada cuando reías, bolsitas que con los años odiarás. Creo que Guadalupe era tu nombre, o María Guadalupe, nombre de santa, qué más da.

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