El lugar que cambió a Picasso

Publicado el 26 noviembre 2018 por Santimb @SantiMBPhotos

En 1906 Picasso sufrió una crisis de creatividad. Aunque vendía bien sus cuadros en París le costaba mucho acabar los que tenía en proyecto. Junto con su compañera Fernande Olivier se desplazaron a Barcelona, y allí un amigo les recomendó instalarse una temporada en un recóndito pueblo de montaña, Gósol. Y en mayo de ese año decidieron ir allí.

Ir a Gósol desde Barcelona en aquellos tiempos era una auténtica aventura. Primero se iba en tren hasta Guardiola de Berguedà, y desde allí varias horas a lomos de una mula hasta Gósol pasando por escarpados desfiladeros. Y el pueblo no era para nada acogedor. Nada de comodidades, lluvias torrenciales constantes, y comidas sencillas y poco variadas.

Pero Picasso y su pareja encontraron gente sencilla y muy acogedora. Eran gentes cerradas, descendientes de aquellos herejes cátaros que huyeron a Francia evitando la Santa Inquisición y que vivían del contrabando, pero que les facilitaron la estancia en aquel apartado lugar rodeado de montañas. Picasso empezó a pintar a sus habitantes, a sus paisajes. Cambió el azul y el rosado por los ocres, y empezó a sintetizar la esencia de las cosas y de sus formas, y a dar un giro a su obra hacia el cubismo. Quizás fue ese cambio de la modernidad de París a la simplicidad de un pueblo aislado de montaña lo que le llevó a ver las cosas de otra manera, a encontrar la esencia de las cosas, quitarle todas las capas de superficialidad, y finalmente plasmar esa visión con los pinceles.

En agosto de ese mismo año Pablo y Fernande regresaron a París atravesando los Pirineos por Bellver de Cerdanya con al menos doscientos lienzos a lomos de una hilera de mulas. Quizás fueron los 3 o 4 meses más productivos en la vida del artista. Había nacido un nuevo Picasso.


Gósol, Lleida.
[EXIF]