Yo tenía un buen trabajo en una universidad pública, solamente que parte de lo que hacía no me satisfacía, esa parte iba creciendo, y lo que sí me satisfacía no me hacía sentir plena. Así que lo dejé. Es la versión corta, pero tiene ramificaciones; por ejemplo, yo quería estar más tiempo en mi casa, lo que me permitiría estar pendiente de la familia del modo en que quiero hacerlo. Fue uno de los motivos para irme, en busca de algo. Pero había motivos para irme, no en busca, sino en renuncia. Pertenecer a la organización tenía implicaciones a las que no quería sujetarme. Recuerdo al gobernador de visita, dando un breve discurso; yo no estaba de acuerdo con esto y con lo otro, y dado que mi puesto no tenía importancia -en cuanto a estatus, visibilidad, esas cosas-, podía darme el lujo de no aplaudir; pero se supone que aplaudiéramos; nadie iba a obligarme a hacerlo, y yo no estaba en una posición como para que se notara qué hacía o no hacía; pero "aplaudir" era parte de un paquete de gestos sin los cuales me encontraba algo fuera de lugar. En síntesis, no me gustaba la pleitesía que percibía en el ambiente.
Creo que a veces, los que pueden darse el lujo de no aplaudir, no se han dado cuenta de ello. A veces, los que no debieran aplaudir, tampoco se dan cuenta de que "palmotear" no equivale al "buen día" o "buena tarde", que no se le niega a nadie -casi nunca-.
Me da gusto que el señor Presidente de México, ya sepa que la prensa -al menos alguna prensa- no tiene por qué aplaudirle.
Silvia Parque