Lo traigo al Jardín para vuestro disfrute...
Harry Potter acabó regentando un matadero en los suburbios de una ciudad mediocre porque tuvo que dejar de realizar hechizos. Algo no salió bien en el último y en uno de sus movimientos de barita mágica perdió los dos brazos.
A pesar de haber dejado la magia de lado, porque cada vez que se disponía a agitar la barita mágica con su boca se le producía tortículis, era como si continuara con ella, ya que el resto del día se lo pasaba dando órdenes verbales a su superordenador con el que controlaba toda la contabilidad de su empresa; y se repetía mentalmente ¡esto sí que es cosa de brujería!, porque si lo decía en voz alta, volvería a pasarle lo que le ocurrió cierta vez en la que el ordenador con su frase coletilla se volvió loco y estuvo el resto del día desconectado a cal y canto. Aunque el informático que se lo arregló le indicó que debía poner una toma a tierra porque había sido una subida de potencia, vamos lo que viene a ser un calentón. Él se quedó un poco chamuscado y decidió dar órdenes precisas desde ese momento y evitar toda interferencia en el trabajo.
Podía costearse un buen cirujano para ponerse un brazo ortopédico, el matadero daba para eso y hasta para dos, desde luego. Pero sentía miedo por si no los dominaba y terminaban teniendo vida propia y apretando su cuello.
Cuando ese miedo sobrecogedor le invadía, automáticamente sentía aún sus dos brazos, incluso era como si realmente moviese sus dedos, pero le entraba dolor en su cerebro y en su alma también, por lo que se olvidó de soñar con recuperar ni siquiera uno de sus brazos.
Para las cosas de la casa tenía a su inseparable lechuza que con su aleteo elevaba el polvo y como se estaba acostumbrando a no usar ni las gafas ya que podía dar las órdenes al supercomputador con los ojos cerrados, llevaba un tiempo pensando en estar en calzones, la informática no era delicada.
Pero dónde sí tuvo que hacer cambios drásticos fue en su cama, renunció a sus sábanas bordadas con sus iniciales HP, y cómo no, también a la colcha tejida ¡con lo que le gustaba! Y todo lo cambió por un saco de dormir, era más cómodo, no tenía que hacer la cama, solo entraba y salía como una crisálida en su capullo, arriba y abajo y abajo y arriba, y estaba siempre arreglada y presentable, aunque no recibía visitas porque no era de tamaño familiar.
Además las comidas las hacía en el comedor de su matadero, porque entre otras ventajas, tenía ratos de camaradería con sus trabajadores y toda la carne era superfresca ¡garantizada!
Una mañana cuando se disponía a conectar su supercomputador, oyó tras él una voz familiar, se trataba de Wolverine.
- ¡Caramba Harry qué bien te veo!, dijo Wolverine.
- Tú que me ves con buenos ojos, amigo Lobezno, replicó Harry con el ceño fruncido.
- Lobezno, hacía mucho que nadie me llamaba así, desde que rodamos el último episodio de la saga, dijo con aire trascendental.
- Y qué te trae por estos lares, querido.
- Pues venía a pedirte trabajo, estoy más seco que la mojama y de seguir así, tendré que buscar ovejas, y soltó una risotada hueca.
- Y eso, ¿cómo es que ya no trabajas en el cine?, preguntó Harry, sin atreverse a encender el supercomputador por miedo a la palabra cine.
- Es una larga historia, Harry, pero podría resumirse en que han sido excesivas veces las que he hecho de Lobezno, y claro, al final me he metido tanto en el papel, que me han crecido las garras de verdad y no puedo seguir entre los humanos porque les asusto.
- Vaya, lo que es la vida, a ti te salen garras en las manos y a mí me desaparecen con los brazos, tan monstruosos somos los dos, tú por tener algo más que extremidades superiores y yo por carecer de ellas.
- ¡Sí, paradojas de la vida! ¡Somos unos inadaptados!
- ¡No, Lobezno, nos hemos convertido en monstruos! Bien, si quieres el trabajo es tuyo, pero te advierto que deberás ponerte un delantal y gorro, ya sabes, por las revisiones de Sanidad. Además controlan que los animales no sufran en el momento de ser sacrificados, así que tendrás que tener las cuchillas siempre en buen estado de revisión sanitaria.
- No importa, dijo apretando el puño derecho, del que salieron disparadas como con un resorte, unas garras de más de 15 centímetros en titanio puro, reluciente e inmaculado. Eran exactamente 3 cuchillas aceradas que cortaron el aire con su destello.
- Sí, ya veo, traes tus propias herramientas.
- Sí, van conmigo y no me defraudan nunca.
- Bien, pues es aquella puerta verde, procura que no gruñan mucho, aún no me he adaptado al sacrificio de animales.
Harry siguió con la vista a Lobezno que entraba en la sala de sacrificio y cuando se disponía a dar la primera orden verbal de: ¡Conectar ordenador!, ya estaba delante de él Lobezno con la cara desencajada y las garras intactas, sin una sola gota de sangre. Esto no le gustó a Harry que enseguida le inquirió…
- ¿Qué pasa, por qué has regresado, no te encuentras con fuerza de matar animales?
Lobezno contestó con voz entrecortada y casi gimoteando…
- Matar sí, pero ya sabes que yo soy el lobo feroz y no puedo matar a los 3 cerditos, ¡se acabaría el cuento!
P.D.: "Una aclaración, no existe (por ahora) un material digno de ser llamado Adamantium así que las garras de Lobezno aquí se quedan en acero inoxidable como mucho, je, je..."
{¡B U E N A_____S U E R T E!}