Las siete de la mañana y una idea fresca y apetecible con la que abrirme al día: planear la fiesta por el cuarenta aniversario de mi marido. Tengo tiempo, ganas, ilusión, algo de dinero y deseos de agradar. Desconozco sus apetencias al respecto, de modo que primero tantearé el terreno y decidiré, después, en consecuencia. ¿Una celebración por todo lo alto con los de siempre, más amigos, conocidos y saludados? ¿Una reunión acogedora y familiar? ¿Una cena privada? Lo dicho: a mediodía le someteré a un interrogatorio tan sutil, que no sabrá si vengo, voy o ya me he ido…
-Hola, Sergio: ¿cómo venimos hoy de apetito? Me he llevado buena parte de la mañana en la cocina, pero ¡qué caray! un día es un día… Y dos, y tres, y cuatro, y dieciséis años…
-Pues no creas que traigo mucha hambre. A última hora se han presentado los dueños de la empresa de la que te hablé, esa que pretende asociarse con nosotros, y hemos estado picoteando en la abacería de la calle Gamazo. Por cierto, tengo que llevarte un día: los quesos fundidos son de agradecimiento eterno.
-¡Vaya! Tú siempre socializando por doquier. Cualquier excusa basta para un copeo y un codeo ¿eh, tunante? Qué te gusta lo que te gusta…
-A mis casi cuarenta es lo suyo, mujer. Pero donde esté una cenita con una chica guapa como tú, para alegrarme la vista y las pajaritas, que se quiten Cosme, Vicente, mi familia, la tuya, y el sursuncorda. ¡Hum…! ¡Esto está de muerte!
-Me alegro de que te guste el guiso de papas. Lo hice siguiendo la receta de tu madre, con mucha pimienta negra molida y algo de pimentón dulce.
-Pues que no se entere ella, pero tú la has mejorado -afirma mojando un trozo tras otro de pan como si no hubiera un mañana-. ¿Has añadido alguna especia nueva?
-Lleva algo de tomillo en polvo. Sí que está bueno esto, Sergio -corroboro mientras acerco con el tenedor otro trozo de ternera a los labios-. Entonces dices que una cenita, una mujer guapa… ¿qué más te apetece?
Todo lo que a continuación pueda decir mi marido ya es irrelevante: su cumpleaños se encuentra a plena cocción, y aun sin saberlo, él es su “chef” y mi imaginación su pinche. Le gusta mi comida y le gusto -todavía- yo, pero todo eso ya lo tiene a diario… Hay que pensar en algo más. Algo más ¿picante?
-Pues sí, Paula -concluye satisfecho mientras deja la servilleta en la mesa-: hoy te has superado. Sueles cocinar muy bien, pero cuando te esmeras… Por cierto, tendríamos que invitar en breve a Fernando y a su mujer; ya sabes, les debemos algunas copas. ¿Te parece bien?
-¿Eh…? ¡Ah, sí! Como quieras. Luego llamo a Elisa y hablamos. Perdona, es que tengo la cabeza más para allá que para acá. Cosas mías.
La gastrodeuda con el matrimonio Sánchez también se muestra irrelevante. Mi mente trabaja al 100 % en la que habrá de ser la mejor fiesta de cumpleaños de Sergio del Solar, y así, tras recoger la mesa, me acomodo en el sofá y finjo interesarme en el nuevo catálogo de la firma sueca por excelencia. Me llaman la atención el armario Godmorgon y eso de que las albóndigas sean vegetarianas (ya me jodieron la leyenda), pero en realidad estoy en lo que estoy…
Quince días después, el aniversario de Sergio llega junto al primer día de otoño real del año, lo cual me incomoda en cierta forma, pero a pesar de la nueva rasca, todo transcurre según el plan previsto: el cava sumergido en hielo, los selectos aperitivos preparados y en su sitio, el ambiente colmado de velas, una música ad hoc, y yo, más obvia que nunca, esperando que el homenajeado haga su triunfal entrada por la puerta. Creo escuchar el tintineo de unas llaves… ¡Atención!
-¿Paula…? ¡Adivina a quiénes te traigo!
Mientras giro la cabeza y escupo un tomatito cherry, observo a punto de parraque cómo Fernando, Elisa, y el despistado de mi marido hacen acto de presencia en el ambientado salón, y descubren estupefactos a una mujer -yo- tendida desnuda sobre la mesa ovalada del comedor, cubierta en sus más sugerentes puntos a base de elaborados y diminutos entrantes… Un “venimos otro día” y un “la madre que me parió” por parte de nuestros no sé si todavía amigos, se suceden en la escena, que abandonan de inmediato. El cuarentón y yo nos miramos sin pestañear. El momento es el que es, y los piscolabis deconstruidos sobre mis pechos se deslizan, competitivos, hacia el ombligo relleno. Mi conmoción es tal que ni moverme puedo. Sergio, caballeroso, da el primer paso.
-Lo siento mucho, Paula, debí avisarte pero es que tampoco recordaba qué día era… En fin: que digo yo que ya que se han ido y ya que estás… ya que estamos… ya que estoy…
Con todo, el más feliz y más exquisito aniversario de la vida de Sergio del Solar. El mejor.
Nota: Relato finalista del I Certamen de Relato Corto Gastronómico de la Revista Gastrobaris Magazine.
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