La maison en petit cubes (Tsumiki no ie), de Kunio Katō.
La Maison en Petits Cubes (つみきのいえ, Tsumiki no ie) es un cortometraje animado japonés creado por Kunio Katō. Fue ganador del Premio Cristal del Festival Internacional de Películas Animadas de Annecy en 2008 y de un Premio Oscar al mejor cortometraje animado en 2009.
EL MEJOR POSTRE
Por la ventana del comedor entran los rayos del sol de ese domingo de primavera. Julián, apoyado en el marco de la entrada a la cocina, observa a su mujer preparar la comida para el medio día. Sonríe al verla ir de acá para allá. Hace apenas un par de años que se casaron, aunque han sido buenos amigos desde pequeños.
Por unos instantes, el recuerdo de su madre le viene a la memoria; cuando veinte años atrás llegaba con él de la mano a la casa de sus abuelos. Había quedado viuda hacía muy poco y decidió volver a sus raíces, con su único hijo. En ese entonces Julián tenía cinco años, a pesar de ser tan pequeño no le agradaba la idea; acababa de perder a su padre y no quería perder también a los pocos amigos que tenía. Pero no tuvo elección, de modo que se convirtió en un ermitaño y durante un buen tiempo fue considerado un chico raro tanto en el barrio como en la escuela nueva.
Todo cambió cuando conoció a Isabella, la simpatía e insistencia que la caracterizan la llevaron a convertirse en la primer amiga que cultivó en la cuadra en la que vivía. Con los años se hicieron confidentes inseparables. Le llevó tiempo reconocer el profundo amor que experimentó por ella desde el primer momento.
Aún se ruboriza cada vez que recuerda el problema que se originó cuando quisieron enviarla a estudiar al extranjero. En ese entonces ambos tenían quince años, y enfrentarse a los padres de Isabella les costó algo más que todo un mes de encierro.
Si bien los reclamos y las lágrimas histéricas surtieron su efecto, ya que aquellos desistieron de la idea, les impuso un cambió drástico en su vida diaria: la chica tenía prohibido relacionarse con él a partir de ese momento. En un principio pensaron que ese era el fin de su amistad, pero con el tiempo encontraron maneras de engañar a los padres de la muchacha y podían verse, aunque solo fuera por unos instantes, para intercambiar libros ó ir hasta el arroyito a tirar piedras. Nunca más volvieron a separarse; cuando le confesaron a sus padres que estaban enamorados, y eran novios, tenían diecisiete años.
El aroma exquisito que flota en el aire lo trae nuevamente a la realidad. Isabella está poniendo la mesa, a veces lo mira de reojo y sonríe con disimulo; puede sentir que los ojos de su marido siguen cada uno de sus movimientos. Seguramente ya se dió cuenta de algo.
En efecto, Julián nota a su esposa un poco rara desde hace unas semanas, intuye que le oculta algo; ellos nunca han tenido secretos y supone que si le sucede algo ya se lo hubiera dicho.
Durante el almuerzo charlaron de temas variados, como siempre hacían, la pasta estaba deliciosa y el vino les supo mejor que nunca.
―Hoy vas a probar el mejor postre de tu vida ―le dice ella, dándole un suave beso sobre los labios, al tiempo que se lleva los platos.
Al instante, aparece con un par de copas y una botella de champagne que deja sobre la mesa y vuelve a la cocina. Él la mira sin entender nada.
―¿Se puede saber qué es lo que te está pasando?―le pregunta en tono divertido, pues ya no aguanta la curiosidad por conocer el misterio que ronda a su mujer.
Cuando Isabella regresa junto a él, trae un sobre en la mano y se lo extiende. Aprovecha a llenar las copas mientras él se enfrasca en descubrir lo que se esconde allí. Su mirada comienza a cambiar mientras lee el contenido, sus ojos se agrandan y en su boca se dibuja una gran sonrisa. La mira, ella está sentada junto a él, lo observa sonriente y con los ojos brillantes.
―Por fin ―dice él.―Si, por fin ―repite Isabella.
Entre lágrimas y risas se abrazan, luego brindan con el champagne que burbujea en las copas.Al fin, su tan añorado sueño de ser padres sería una realidad.
Junio 2012