Empezamos a compartir así balances a medio hacer, suponemos que en la cena dominical arreglaremos el futuro y no volveremos a repetir los errores del pasado. Hacemos comparaciones suicidas apelando al archivo de años anteriores, siempre "mejores", siempre con el tiempo "mejor administrado" y en "mejor" compañía. En base a semejante construcción poco certera, nos embarcamos en una compleja red de soluciones, de probabilidades y posibilidades de cerrar el 2012 con menos carga emocional. Me cansé de que todos lo hagan, me cansé de hacerlo.
Esta vez me resisto al balance barato de fin de año. Sumar, restar, agregar más de esto y sacar más de lo otro no está en mis manos. Quiero que el destino me sorprenda, y me resigno a la voluntad de quien maneje los hilos de mi vida. Cansada de pelear contra una corriente que tal vez quiera llevarme a buen puerto, aflojo los brazos y me dispongo a recibir un 2013 con la mente en blanco. Quiero abrir en paz la caja de Pandora. Ya habrá tiempo -y ganas- de afrontar las consecuencias.