Como un tonto miraba la popa del barco delante de mí, nadar hacia él me parecía absurdo, tenían que darse cuenta, alguien habría gritado ¡hombre al agua!. Pasaron los minutos, me quité la camiseta y la agité.
Repasé, ¿qué se hace en esta situación?, nada, no sabía qué hacer, siempre se quedan los náufragos en un bote, sobre una madera o aparecen inconscientes varados en la arena de una isla desierta.
Sólo me quedaba flotar y esperar, quizás quedarme cerca de la estela por si volvían atrás, pero ¿qué estela?, había desaparecido.
El agua no es fría en esta zona, el barco no es un trasatlántico, seguro que en algún momento alguien me echará en falta y volverán en mi busca, sí, pero quién, viajo sólo y no sé cuánto falta para llegar a la isla. El barco no está lejos, ¿cuánto tiempo habrá pasado?.
Delante de mí a escasos metros salta un pez volador, pulveriza el agua de tal manera que durante una fracción de segundo surge un arco iris. Esta visión me hace sonreír, qué pena que no crea en los milagros.
Floto boca arriba con los brazos estirados, no, no es buena idea. Debo estar más visible por si...
Parece que se ha parado, parece que gira.... es cierto gira.
Ya veo la proa, pero... están muy lejos, no me verán. Debo hacerme ver.... !dios¡, van muy despacio....
no me ven.!Qué alegría¡, sobre la cubierta varios marineros agitan un salvavidas.
Ya llegan, lo lanzan y logro nadar hasta él, lo alcanzo y me sujeto fuertemente. Estoy salvado. Muy cerca de mi salta un pez volador, durante un breve instante surge un arco iris.