UNA EXCURSIÓN ESTE fin de semana por las Lagunas de Ruidera y el cauce del río Cigüela (o Gigüela), afluente del Guadiana, me ha permitido constatar que las últimas e insólitas lluvias han devuelto la vida a la llamada Mancha húmeda.
Hace apenas tres meses la zona era, volvía a ser, la viva imagen del desconsuelo a causa de la sequía. Ahora, en cambio, el agua ruge con una fuerza desacostumbrada. El embalse de Peñarroya, inaugurado en 1959 para convertir en zona de regadío para la agricultura el entorno de Tomelloso y Argamasilla de Alba, y causante en parte de la desecación del Parque Nacional de las Tablas y de los Ojos del Guadiana, vive sus mejores días.
Las Tablas, de hecho, han pasado en cuestión de semanas de una superficie encharcada de apenas 70 hectáreas a superar las 1.700. La Mancha húmeda recupera el aliento tras estar en la UVI durante años. La situación hídrica es tan boyante que la aportación excepcional de agua desde el Tajo, gracias a la construcción de una tubería por parte del Ministerio de Medio Ambiente, apenas se ha utilizado. Por ese conducto tan sólo han pasado 2,5 hectómetros cúbicos de los 22 aprobados por el Gobierno. Ya sólo falta que alguien aprenda la lección y se eviten los errores del pasado.
Las aves empiezan a volver lentamente a la zona y, aunque la naturaleza está todavía dormida a causa del letargo invernal, ya es seguro que este año podremos disfrutar de una primavera esplendorosa.
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