Erika Bornay Lady Lilith, Dante Gabriel Rossetti
EL MITO DE LILITH (Segunda parte), POR EL PROFESOR TOMÁS MORENOEL MITO DE LILITH (Segunda parte)2. De lo mítico-legendario a lo literario-pictórico La figura de Lilith como mujer pérfida y cruel, traspasará sin apenas solución de continuidad los límites del imaginario mítico-religioso para penetrar, tras su demonización teológico-medieval, en el universo de lo pictórico-literario occidental de los siglos XVI al XVIII. Asimilada, unas veces, a las arpías, empusas, estriges y lamias del imaginario greco-clásico, y, otras, a las figuras serpentinas y vampíricas del imaginario cristiano-medieval, la imagen de Lilith se metamorfoseará indistintamente como bruja-vampiro, en la percepción de los inquisidores renacentistas, o como bruja serpiente, tal y como John Milton la denominara en su Paraíso perdido, bien entrada la segunda mitad del XVII[1]. Goethe en su Fausto nos apercibirá, en los inicios del XIX, de sus malas artes brujeriles, mágicas y seductoras, tan peligrosas y letales para los jóvenes[2]. Erika Bornay, que ha dedicado a Lilith, como arquetipo prefigurador de la “mujer fatal” avant la lettre, un importante e imprescindible ensayo[3], ha descubierto en su figura de diablesay devoradora de hombres -a quienes seduce y ataca en el abandono del sueño- concomitancias no sólo con las leyendas de mujeres vampiros, que succionan la sangre o se alimentan de la virilidad (semen) de sus víctimas, sino también con las perversidades de la novela gótica y fantástica del siglo diecinueve como testifican multitud
propia Eva, la esposa subordinada y despreciada. La vuelta de Lilith significa la reclamación de la integridad y la personalidad de las mujeres”. Lilith se nos presenta en el midrashjudío como la imagen de una mujer que busca ante todo la igualdad sexual en un mundo profundamente jerarquizado por las diferencias entre los sexos. Para Sonia Villegas[19], la figura de Lilith parece ser, pues, más compatible con el feminismo que la figura de la propia Eva. En mayor medida que el prototipo de Eva, la figura de Lilith simboliza la rebelión y la independencia femeninas y la firme decisión de tomar parte en su propio destino: Lilith representa el poder desterrado y la autonomía para las mujeres, que han sido expulsados fuera de los límites del mundo patriarcal. La noción misma es reprimida etiquetándola de demonio peligroso. Lilith es el potencial desterrado de la propia Eva, la esposa subordinada y despreciada. El retorno de Lilith significa la vuelta a la integridad y la personalidad de las mujeres[20]. No obstante reconoce que en algunas re-escrituras actuales que evocan a ambos personajes se las presenta como cómplices e incluso hermanas. En tal caso el binomio Eva/Lilith representará tanto un símbolo político para la liberación de la mujer -por ser un claro ejemplo de la necesidad de reestructurar la mitología y el discurso religioso cristianos- como el primer foro de debate femenino adoptado por las feministas de la segunda ola. Finalmente, destaca las numerosas iniciativas literarias escritas tanto por autoras feministas[21]que privilegian la figura de Lilith, como por las que intentan rescatar la de Eva. Una de ellas es la que ofrece Judith Plaskow en un bello cuento en el que plantea un vínculo de sororidad entre Eva y Lilith, o la que Alicia Ostriker presenta en un poemario titulado The Lilith Poems, donde -además de tratar de reconciliarlas- incide en el decidido objetivo de presentar a Lilith como un referente actual de liberación para las mujeres.
Tomás Moreno
[1] Cf. M. T. Colonna, Lilith e la luna nera e l’eros rifiutato, Firenze, 1980.[2] En la famosa escena del capítulo El conciliábulo de las brujas en la que Fausto pregunta a Mefistófeles sobre quién es Lilith y éste le responde: “La primera mujer de Adán. Cuidaos con prendaros de sus hermosos cabellos y de los atavíos con que se engalana, porque cuando con ellos llega a apoderarse de un joven ya no lo suelta más” (Fausto, Goethe; Espasa-Calpe, 9ª edición, Madrid, 1969, p. 146). [3] Erika Bornay, Las hijas de Lilith, op. cit.[4] Don Ramón maría describe así a la niña Chole la bella criolla amada del marqués de Bradomín, comparándola efectivamente con la Lilith del mito hebreo: "Tenía la misma sonrisa de Lilí. Aquella Lilí, no se si amada, si aborrecida, cuya figura hierática y serpentina revivía la del genio femenino del mal" (Sonata de estío, Austral, Madrid, 1991).[5] Máscaras de ficción, Anagrama, Barcelona, 2002, p. 73. [6] Sobre la relación simbiótica mujer-reptil/serpiente en la iconosfera del arte europeo véase el capítulo XXII ("Perversas connivencias: la mujer y la bestia") de la obra citada de E. Bornay, en donde se analizan las obras pictóricas de Edward Burne-Jones, Gustave Moreau, Franz von Stuck, Edvard Munch, Jean Delville, Gustav Klimt referidas a esa complicidad mujer-serpiente, tan omnipresente en el imaginario cultural occidental y que secundarán otros muchos artistas finiseculares como A. Fould, L. Corinth, L. Lévy-Dhurmer, Max Klinger, Félicien Rops etc. Goya es también autor de un dibujo a pluma y aguada, titulado El espejo indiscreto: la mujer serpiente mortífera, (c. 1789, Museo del Prado, Madrid). Cfr. E. Bornay, op. cit., pp. 293-306. En literatura, L. Sacher-Masoch usó a menudo de esta imagen en La Venus de las pieles para describir una de las características de su protagonista femenina: “Ya estaba en sus brazos, ya, como una serpiente me acariciaba con su lengua” (Alianza Editorial, Madrid, 1973, p. 160).[7] Las hijas de Lilith, op. cit. p. 299. [8] Ibíd., pp. 29-30 y 299. Esta simbiosis Eva-Lilith , según Golrokh Eetessam (Lilith en el arte decimonónico, op. cit. p. 232) se dará también más tarde en obras como “Eve Pandora” de Gustave Adolphe Mossa (1907), donde la figura femenina aparece sosteniendo a un tiempo la manzana del pecado y la mítica caja abierta, mientras la serpiente se enrosca a su hombro derecho. [9] Influenciado por el cinquecento veneciano, especialmente por el Veronés e iniciado con el óleo Bocca baciata de 1859.[10] W. Baring, Sarah Bernhardt, Greeenwood Press, citado en Erika Bornay, Las hijas de Lilith, op. cit., pp. 131-132.[11] Las hijas de Lilith, op. cit., p. 299. Del simbolismo destructor y malvado atribuido a la cabellera de la mujer existe amplia literatura psicoanalista; se encuentra asociada muchas veces a las serpientes como, por ejemplo, en la representación de la cabeza de la Medusa -en donde las serpientes, según Freud serán sucedáneos del pene masculino y como, según su interpretación, la multiplicación de símbolos fálicos significa castración, el terror a la Medusa y a su cabellera de serpientes será, por consiguiente, el terror a la castración. Simboliza en general la sensualidad femenina, su fuerza primigenia (S. Freud, Obras completas, vol. XXI, op. cit., p. 53). En el Malleus Maleficarum se dice que “un fastuoso cabello tiene algo que ver con la proximidad del diablo” (II, q. 2, c. 1). Los pintores prerrafaelistas demonizarán sobre todo el cabello de color rojo: sus mujeres son pelirrojas. Para el simbolismo de la cabellera femenina en el arte y la iconografía occidentales véase: Erika Bornay, La cabellera femenina, Cátedra, Madrid, 2010.[12] De Manzanas y serpientes, Devenir/El Otro, Madrid, 2008, pp. 15-20. Ensayo que fue VIII Premio de Ensayo "Miguel de Unamuno" 2007, del Ayuntamiento de Bilbao.[13] Sobre el redescubrimiento de Lilith por parte de las feministas, véanse: Michéle Bitton, Le mythe juif de Lilith, de la féminité démoniaque au féminisme, Universidad de Provenza, 1988. Otras evocaciones literarias en esta línea de Lilith son las de Brigitte Couchaux, Le mythe de Lilith dans la littérature, París, Sorbona, 1991 y Pascale Auraix-Jonchières, Lilith, avatars et metamorphoses d’un mythe entre romanticisme et décadence, Clermont-Ferrand, Presses Universitaires Blaise Pascal, 2002. [14] Álvarez de Toledo comenta al respecto que en textos anteriores al Génesis Rabba, la preeminencia postural del varón, que debe recostarse sobre la mujer, se considera un elemento civilizador que se impone al salvaje. El hombre salvaje es Enkidu, un personaje central de la Epopeya de Gilgamesh. El agente civilizador es en este caso una prostituta, de nombre Samhat. El cazador que ha encontrado en la selva al hombre bestia, Enkidu le dice a la prostituta: “Extiende tu manto/que se acueste sobre ti/haz con ese semihombre/la tarea de mujer”. Y Samhat, para ejercer su magisterio se deja poser: “Se aflojó Samhat la faja, / abrió su vulva/ y él le tocó el sexo. / No le hizo ella ascos, / Aguantó su hedor; / Extendió su manto; / Él se acostó sobre ella / Hizo con el semihombre / La tarea de mujer; / Su sexo la acarició. / Seis días / Y siete noches / Se mantuvo Enkidu erguido / y apareado con Samhat.” (Epopeya de Gilgamesh, Rey de Uruk, Ed. Trotta, Univ. de Barcelona, 2005, p. 102; cit. en De manzanas y serpientes, op. cit. pp. 17-19). [15] Gerda Lerner, La creación del patriarcado, op. cit., pp. 205-206.[16] De Manzanas y serpientes, op. cit., p. 20.[17] Véase al respecto: Michèle Bitton, La leyenda de Lilit y la protección mágica de la madre y el recién nacido: Persistencia de prácticas milenarias, en Geneviève Dermenjian, Jacques Guilhaumou y Martine Lapied (dirs.), El Poder materno en el Mediterráneo. Mitos y representaciones, op. cit., pp.49-60.[18]El sexo olvidado. Introducción a la teología feminista, Ediciones Alfar, Sevilla, 2005, pp. 62- 65.[19] Ibíd., pp. 78-79. [20] Ibíd., p. 64. Recordemos en este sentido cómo la famosa publicación feminista norteamericana Lilith. The Jewish Women Magazine, Nueva York (nº 20, 1988, p. 1), convirtió en 1976 a la diablesa judía en su denominación e icono afirmando que “el nombre de nuestra revista, es el de la mujer que precedió a Eva e insistió en su igualdad respecto a Adán”.[21] Además de las que destacamos en el texto, entre otras muchas cabe destacar su referencia a la novela Sisters and Strangers de Emma Tennant y a la escritora Ángela Carter, quien también utiliza el modelo femenino de Lilith en su novela contrautópica La pasión de la nueva Eva.