No soy una persona limpia. Nunca me ha importado suficiente. Pasan temporadas enteras en las que no me lavo la cara por las noches. Mi piel es de las que necesitan una lavada de cara por las noches, así que eso es malo. Pero me he conformado con que desde hace años, me tomo en serio la cepillada de dientes nocturna; eso fue un gran avance.
Con tales antecedentes, es fácil imaginar que no desarrollo incomodidad alguna, cuando este cuerpo no recibe un baño.
Hay que decir que me baño todos los días... en general.
Pero de vez en cuando me doy un sabadito de flojera, en pijama hasta tarde, y me cambio de ropa sin haberme bañado. Luego, están los días de frío. Entre estar limpia y permanecer caliente, mil veces prefiero lo segundo. Además, tengo justificante médico: un año en que me enfermé, cuando el médico conoció mi rutina -baño de madrugada y salida al frío-, me dijo que así iba a morirme muy limpia. Desde entonces, busco las mejores condiciones climáticas para el baño, por lo que en invierno es muy común que me bañe después de mediodía... y que si hace mucho frío, y me he bañado el día anterior, y el día anterior al anterior... pues no me bañe...
Disfruto mucho estar bajo el agua, y la sensación de frescura que da estar limpiecita... pero es duro ese momento de quitarme la ropa y temer que las primeras gotas no estén calientes, sino apenas tibias.
Silvia Parque