Nos encontramos en el momento justo.
No existe otro momento. Es ahora, cuando estamos despeinados, desordenados, exhaustos, indecisos o con demasiadas decisiones determinantes. Seguridades e inseguridades aplastantes y demoledoras.
El momento justo para intercambiar lo que hay. Menú del día: hasta ahí y sin cruzar la línea, fideos blancos con queso. El momento justo para salir huyendo y volver al otro día por más: pedir postre. El momento de explorar dónde habitan la intriga y la extrañeza; ¿dónde está el hogar y dónde el extranjero?
El momento justo en el que uno duerme más cómodo en su propia cama, pero igual quiere explorar cada tanto cómo es viajar a tierras lejanas y menos cómodas.
El momento justo en donde la mirada se estaciona en una avenida abarrotada de tránsito y peatones; se apea del vehículo y ya no sabe a dónde iba.
Nos encontramos en el principio del otoño, cuando todo empezaba a morir junto con las expectativas de lo nuevo. Y aún así llegamos a este invierno que trae encuentros esporádicos entre los que hablan distintos idiomas. Nos encontramos en el momento justo para aprender que de la curiosidad y de lo distinto sale lo extraordinario, y que lo extraordinario si fuera diario sería insoportablemente ordinario.
Nos encontramos en el momento justo para derribar mitos, barreras, prejuicios, dictámenes pre-establecidos y para armar una conjunción de colores que tal vez sean una ínfima parte del cuadro final.
El boleto hacia otro momento ya está reservado, y el lugar para el sello postal de una carta de hasta siempre sigue vacante. Pero el momento justo, inapelable, inamovible, que se sostiene con una respiración justa y pausada para vivenciarlo es ahora.
Patricia Lohin
Anuncios