Revista Talentos

El muchacho y la muerte

Publicado el 07 marzo 2011 por Eugenioolivares
El muchacho y la muerteCreo que no tiene sentido decir que alguien "está muerto", para indicar lo contrario de "estar vivo". Lo segundo, como "estar cansado", "estar contento" o "estar enfermo", indica un estado del hombre, con una duración mayor o menor. La muerte, por contra, no es un estado, sino un hecho puntual que determina el final de la vida de un hombre, como el nacimiento marca su inicio.Anoche murió un compañero de clase de mi hijo mayor. Tenía casi 17 años; tenía los ojos azules; tenía una novia guapa; tenía gracia; y tenía una moto...La muerte es grosera, porque nunca viene invitada. Y cuando se va, da un portazo, que resuena en nuestros oídos un tiempo, y luego se olvida, hasta que lo oímos de nuevo.La muerte es grosera, porque muestra a las madres sin maquillar, con todos sus años encima; porque muestra a los padres llorando como niños, con todas sus debilidades.La muerte es grosera, porque se lleva a un muchacho de su cama, de su pijama, de sus libros, de sus zapatillas de deporte, de su cepillo de dientes, y los deja ante nuestros ojos, para que sepamos que él ya no está.Pero lo peor de todo es que la muerte, con su parafernalia mórbida, nos seduce a pensar que es un estado del hombre, con una duración infinita. El tanatorio, el féretro, el coche fúnebre, los de la funeraria -mal afeitados, con su duelo de quitaypón-, las horribles coronas de flores, los pésames interminables; todo eso (el protocolo de la muerte) puede ocultar esa otra realidad, grabada como anhelo en el fondo de nuestra alma: que el hombre muere para nacer a otra vida, eterna, para la que fue creado.
No le pido a Dios (porque es inútil) que me libre del sufrimiento de ver morir a los seres queridos. Le pido que me de fuerzas para no dejarme seducir por el atractivo oscuro, masoquista, de la muerte.

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