No seré la primera ni la última persona del mundo que se encuentra en una situación frustración laboral. Sales de la Universidad con un título debajo del brazo y con la ilusión de un niño con zapatos (Louboutin, claro) debajo del brazo, y al cabo de unos tres meses te clavan el tacón en la cara negándote tu puesto soñado. Lili quería ser escritora, pero la ganadora de concursos en sus años jóvenes está tan vaga que ya no puede escribir ni cinco páginas del tirón. Recuerda con suspiros como, con 11 años, cuando su tía le cedió su vieja Olivetti, se escribía unas 30 del tirón, en jornadas de 12 horas. Primero el manuscrito, luego los cambios con esa horrible máquina de escribir que me hizo tener unos bíceps que era la envidia del lugar. Increíble, ¿para qué tener vida social cuando tienes un momento de inspiración? Su pobre madre venía cada hora de madrugada para mandarla a la cama. Historias de adolescentes que no tenían nada que envidiar a las tramas de The OC. Es curioso que escribiera historietas de besos cuando ni siquiera lo había visto. Y no me equivocaba, pr lo visto.Luego apareció Bridget Jones y toda las copionas de Marian Keyes. Me influenciaron tanto que cualquiera de mis personajes bebía Chardonnay. Pues no. Después, dado que el Premio Planeta se le quedaba un poco grande y a lo mejor Espido Freire presentaba algo mejor y que para nada tenía que ver con veinteañeras solteras borrachas (curioso origen el de Las Solteritas de Oro), Lili se centró en su segunda pasión, el dibujo. Recuerda como su regalo de los fines de semana eran paquetes de folios a tutti. DIN A4 o A5, qué más daba. Dibujos y más dibujos, que a lo largo de los años tenían una cosa en común: eran ilustraciones de moda. Supongo que mi paciente madre aún guarda carpetas y más carpetas llenas de ellos. Quien sabe. Luego apareció Jordi Labanda. Fin. El último dibujo fue un regalo.Así que, con la carrera de Periodismo, Lili se dio cuenta que quizá podía combinar sus dos pasiones. Siempre he pensado que de talento no ando demasiado sobrada, pero al menos le pongo empeño. Lo malo es que aparentemente la gente con talento de sobra lo tiene más fácil, aún sin trabajo. Aún así (menos para mí misma) dicen que tengo ojo con la moda. Y por eso escribo de ello. Siempre los habrá mejores, pero al menos me esfuerzo. Y me gustaría trabajar de ello. Y no es naaaaaadafácil. Nada es como lo pintan. Así pues, os iré contando el camino que lleva (intentar) conseguir un sueño.Ya os seguiré contando.xXx
No seré la primera ni la última persona del mundo que se encuentra en una situación frustración laboral. Sales de la Universidad con un título debajo del brazo y con la ilusión de un niño con zapatos (Louboutin, claro) debajo del brazo, y al cabo de unos tres meses te clavan el tacón en la cara negándote tu puesto soñado. Lili quería ser escritora, pero la ganadora de concursos en sus años jóvenes está tan vaga que ya no puede escribir ni cinco páginas del tirón. Recuerda con suspiros como, con 11 años, cuando su tía le cedió su vieja Olivetti, se escribía unas 30 del tirón, en jornadas de 12 horas. Primero el manuscrito, luego los cambios con esa horrible máquina de escribir que me hizo tener unos bíceps que era la envidia del lugar. Increíble, ¿para qué tener vida social cuando tienes un momento de inspiración? Su pobre madre venía cada hora de madrugada para mandarla a la cama. Historias de adolescentes que no tenían nada que envidiar a las tramas de The OC. Es curioso que escribiera historietas de besos cuando ni siquiera lo había visto. Y no me equivocaba, pr lo visto.Luego apareció Bridget Jones y toda las copionas de Marian Keyes. Me influenciaron tanto que cualquiera de mis personajes bebía Chardonnay. Pues no. Después, dado que el Premio Planeta se le quedaba un poco grande y a lo mejor Espido Freire presentaba algo mejor y que para nada tenía que ver con veinteañeras solteras borrachas (curioso origen el de Las Solteritas de Oro), Lili se centró en su segunda pasión, el dibujo. Recuerda como su regalo de los fines de semana eran paquetes de folios a tutti. DIN A4 o A5, qué más daba. Dibujos y más dibujos, que a lo largo de los años tenían una cosa en común: eran ilustraciones de moda. Supongo que mi paciente madre aún guarda carpetas y más carpetas llenas de ellos. Quien sabe. Luego apareció Jordi Labanda. Fin. El último dibujo fue un regalo.Así que, con la carrera de Periodismo, Lili se dio cuenta que quizá podía combinar sus dos pasiones. Siempre he pensado que de talento no ando demasiado sobrada, pero al menos le pongo empeño. Lo malo es que aparentemente la gente con talento de sobra lo tiene más fácil, aún sin trabajo. Aún así (menos para mí misma) dicen que tengo ojo con la moda. Y por eso escribo de ello. Siempre los habrá mejores, pero al menos me esfuerzo. Y me gustaría trabajar de ello. Y no es naaaaaadafácil. Nada es como lo pintan. Así pues, os iré contando el camino que lleva (intentar) conseguir un sueño.Ya os seguiré contando.xXx