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Ahora resulta que se puede matar de una manera “amistosa” o “limpia”. Ingenuo de mí, nunca había entendido eso de “limpiar” como una manera expeditiva de despachar gente al otro barrio cuando estorba. “Le haré una oferta que no podrá rechazar” decía inmaculadamente don Vito Corleone en una película célebre. El mundo del hampa siempre se anda con códigos, con más vueltas que un remolino para engañar a la muerte. En el submundo informal, los eufemismos se multiplican para decidir la suerte de la víctima. “Matar”, dicho así, sin florituras hace temblar hasta al verdugo. La muerte en la calle tiene rostro. Quizá por ello es mejor no invocarla antes de cargarse a alguien. En la guerra de despacho de estado mayor es sólo sinónimo de cifras.Asesinar formalmente o de manera higiénica, como si se eliminara cucarachas, no plantea dilemas morales ni tiene tanta resonancia psicológica y hasta posee tintes románticos y ecológicos. Tal es el arte de la guerra moderna. “Somos el camino más corto hacia la verdad absoluta”; en mi corta vida no había oído frase más contundente. No es el eslogan trasnochado de una secta religiosa, sino el lema orgulloso de una fábrica de proyectiles. Para hacer más surrealista el asunto, resulta que los países más civilizados y pacíficos de la Tierra, poseen las industrias de los proyectiles más mortíferos. Su eficacia está garantizada, sus balas pueden matar amigablemente, sin contaminar a la naturaleza, para que se entienda.
De poco importa que los países escandinavos sean ejemplo de tolerancia, madurez democrática y pacifismo. De poco importa que, en uno de ellos, cada año se premie solemnemente a cualquier activista de la paz. De nada sirve la última voluntad de Alfred Nobel. Palabras vacías de una sociedad que prefiere mirar para otro lado, mientras detrás de unos bosques límpidos y lagos serenos, se perfecciona el arte de perforar cuerpos como a sacos de arena. Y de manera ecológica, sin plomo y otras sustancias tóxicas. Ahora resulta que las balas son puras. Hay que matar de forma ordenada, limpia y calibrada (con estándares de la OTAN nada menos). No como los afganos e iraquíes que se matan indiscriminadamente y volándose por los aires. Los escandinavos tienen estilo y creen en el Green Power.
Pero la hipocresía no tiene límites. La industria de la guerra, por su altísima rentabilidad, no necesitaría de merchandising, sin embargo, la realidad dice otra cosa. Como toda actividad humana, a veces hace falta la parafernalia para promocionarla, aunque sea moralmente infernal. Como quien va a una kermesse de artesanías, también puede visitar una feria de armamento en el corazón de Europa. Trípticos, caramelos, suvenires y sonrisas de azafatas con boinas de camuflaje esperan a los visitantes. La vida sonríe a los pulcros hombres de negocios, en tanto sus casquillos brillen impecablemente en las manos de los combatientes del mundo.
-Aquí, un espléndido artículo, completo y revelador sobre esta boyante industria.
El extraño viaje de dos toneladas de uranio por Bolivia
Foto: Fredd Ramos
Si en el mundo aparentemente civilizado, el surrealismo tiene connotancias de seriedad y consecuencias terribles; aquí en las antípodas, hasta el peligro sabe a broma, con características pueblerinas y caricaturescas a más no poder. ¿Dónde si no es en el pequeño reino plurinacional de don Evo Morales?Todavía recuerdo la cara de espanto de una señora mayor cuando se enteró de que en el sótano del edificio de apartamentos donde vivía, se guardaban dos toneladas de uranio. Horror e incredulidad se dibujaban en los rostros de los vecinos al ver el monumental operativo de agentes encapuchados y armados hasta los dientes. En pleno corazón de La Paz, a metros de las embajadas de Estados Unidos y España. De inmediato corrió la noticia como reguero de pólvora por las redes sociales. Periodistas avispados ya escribían twits de que era demasiada coincidencia. Al instante, las autoridades del ministerio de Gobierno, dijeron con toda seriedad del caso que el botín estaba avaluado en 50 millones de dólares y que la incautación había sido producto de una rigurosa investigación de varias semanas. Extrañamente no se vio a ningún investigador con traje protector contra la radiación que cualquiera ha visto en alguna película. Los agentes custodios parecían ignorar el “peligro” al estar tan cerca del cargamento valioso.
Los traficantes habían sido tan tontos como para transportar el cargamento en bolsas comunes en un destartalado camión. Las autoridades habían sido tan listas como para asumir que el montón de piedras era automáticamente uranio. ¡dos toneladas! dijeron irresponsablemente sin haberlo sometido a análisis de laboratorio y ya pueden imaginar el temor de la gente. Y claro, la risa de los químicos y otros profesionales, y de cualquier persona que haya visto Los Simpson. Ni Homero Simpson es tan imbécil.
Después de una semana, aún sigo con agujetas en el estómago. Y todavía más con las cintas Pepsi que la policía utilizó para acordonar el área (ustedes saben que el gobierno le declaró la guerra a la Coca Cola, así que por lo menos tuvieron el tino de auspiciarse por su rival). Al final, resultó que las piedras contenían tantalio, un valioso elemento para componentes tecnológicos y extrañamente el uranio se había esfumado en el aire, quedando reducido a unos cuantos gramos inofensivos, tal como dijeron los especialistas que analizaron el material. Al final, resulta que la vida es una retorcida sucesión de momentos jocosos. Con solemnidad y alevosía. ¡Viva el folclore radiactivo!
-Aquí un panorama completo del asunto, con imágenes muy ilustrativas. No tiene desperdicio, por lo menos les garantizo alguna sonrisa.