Biblioteca Juan Marsé: La joya de la corona del Carmel
Tras una semana de ajetreo religioso en un estado laico, ha llegado por fin la misa de los martes en la ciudad cultural que transito. Una amiga me invitó a una charla con el poeta, científico e inventor de términos Fernández Mallo que publicó la trilogía Nocilla, además del ensayo “Postpoesía”, algunos poemarios y su versión libre del “Hacedor (de Borges), Remake". La presentación a cargo de Ada Castells, periodista cultural del Avui, escritora que conocí al llegar a Barcelona leyendo su libro “Tota la vida” que versa sobre una escritora sin éxito obsesionada por el pintor romántico Friedrich. Un amor obsesivo como muestra Fernández Mallo en su novela “Nocilla Lab”, una novela que increpa al estado de ánimo de una pequeña aprendiz.
A media tarde, sin haber hecho la digestión todavía, quedamos en el subsuelo de la ciudad para ir a la biblioteca Juan Marsé del Carmel. Del barrio solo conocía el socabón del metro que nos llevó al destino y el travelling que hizo Claudio Zulián convertido en documental y que mostramos en "Soy cámara - El programa del CCCB". Al salir de la línea azul, entre conversaciones de bienvenida y diariedades subimos la cuesta sin bastón y olimos a caca de perro. Las escaleras mecánicas nos llevaron hasta un edificio verde pistacho que tenía una vista maravillosa al Maresma y al valle de Horta, al fondo el Montseny y Fernández Mallo añadió que en primer plano está la cordillera electromagnética de las antenas que unen los tejados de las casas de los vecinos. Estábamos en familia, nos introducimos en un grupo de lectura de 15 personas con toda la naturalidad que suponen los eventos que se publican en facebook. Antes de empezar con las anotaciones que tomé, digerirlas y compartirlas, agradezco la generosidad del autor por venir, por hablar y por desnudarse ante unos ojos entusiasmados.
Se definió en sus primeras palabras: “si no fuera por la poesía que hay en mis novelas, mis novelas no serían nada. Y cuando la palabra no llega, utilizo la imagen”, obviando la frase “una imagen vale más que 1000 palabras” continuó: “el narrador contemporáneo es un hacedor de cosas”, referenciando su última obra que yo no me atrevo a llamar novela porque según ha dicho no la programa, sale impetuosamente como un poema. Una obra que tiene su versión para tablet con hiperlinks, audios y videos creados por él mismo autor bajo la filosofía punk: Do it yourself! Es un juego de literatura amplificada o como él llama exonovela
Fernandez Mallo tartamudea al hablar y además de tímido y algo individualista, tal vez sea un poco soberbio, como él mismo dijo, “estoy muy seguro de lo que escribo”. Asegura no ser todo el día escritor pero sí vivir con un radar puesto y dio una bocanada de primavera a la sala aséptica, asegurando que todos podemos escribir prestando atención a nuestra diariedad y estetizándola. Confirma que sin querer escribe y que algo de suerte además de buen hacer le ha acompañado tanto en crítica como en lectores con su trilogía Nocilla. También me ha quedado muy claro que es un creador nato y una persona que comparte sus ideas sin temor porque el también ingiere, digiere y vomita las ideas de otros, apropiándoselas sin pedir permiso.
“El hacedor (de Borges), remake” es un libro digerido a los diecinueve años y releido continuamente, que le hablaba de otra manera cuando lo leía y esa es su propuesta sin comparaciones posibles con el escritor argentino. Un impulso personal y sentimental que comienza en 2004 y siete años después ve la luz, nutrido de poemas, títulos apropiados, fórmulas matemáticas e imágenes inertes. “Vierto lo que tengo en la cabeza de manera estetizada, no lo hago como lo hacen los discos duros”, asegura dando otra idea para otro cuentista que tenga tiempo. Narra sin el prejuicio del cánon y escribe en voz alta: “yo llegué a la literatura desde la periferia. Mi formación está llena de lagunas. No soy buen lector de novelas y estoy mucho más cerca de libros de cocina que de Juan Marsé”. Atrevido en su comentario en la biblioteca que lleva su nombre y sin miedos, afirma que le interesa el proceso creativo de la comida porque algo que comes y luego expulsas es como el teatro, se consume a medida que se representa.
Fernández asegura que necesita enamorarse profundamente de lo que escribe, especialmente de los objetos, son las llamadas epifanías. “El amor atraviesa mis obras”, dice acariciándose los labios con un anillo de casado. Vive con una mallorquina en Palma y tras la charla hemos hablado de nuestra isla, la mia natal, la suya residencial. Él dice amar sus cosas, huir de la masa y tender al individualismo. “Disfruto de las cosas sin que me afecten, me gusta más ver el sol por la tele o desde la ventana de casa que ir a la playa, porque así no me quemo”. Este hombre ve el mundo a través de pantallas, vuelve a ser carne de pixel para la próxima exposición del CCCB que estamos trabajando con Andrés Hispano y un equipo magnífico Pantalla Global
PD: Tengo tanto que aprender de ti: me gusta tu escritura desacomplejada y un tanto ingenua. “Somos carne de pixel”, como dices en uno de tus poemas.