No suelo dar nombres en este espacio, pero hoy es justo y necesario hacerlo. El muro que se ha levantado en todo el contorno del campus universitario de la ciudad de Jovellanos resulta aberrante a todas luces.Es el muro de la vergüenza y de la humillación para gijoneses y foráneos. Un muro que nos recuerda a Auschwitz, sin ir más lejos. La Universidad, como siempre haciendo amigos, y poniendo palos en la rueda. El señor Gotor y sus lugartenientes, entre ellos el investigador del régimen -o sea el ínclito señor López Otín-, han convertido la Universidad de su Oviedo en su cortijo particular... Patético. Bochornoso. Vergonzoso. Decía un gallego; Éste es mi pasto, y aquí sólo pasto yo. Y así nos va… La Semana Negra es un evento consolidado desde hace casi un cuarto de siglo. Tiene sus amantes y sus detractores, pero sí ha quedado suficientemente evidenciado durante estos años es que los gijoneses no son (somos) delincuentes ni forajidos. Quizás lo sean quiénes hoy por hoy visten el manto de la decencia y de la pureza cuando en realidad son los subordinados de Alí-Baba.El macro festival, único en su especie, viene siempre arropado por el manto de la polémica, que le confiere un aspecto singular, pero otra cosa muy diferente es la actitud de la Universidad con esta materia.
La Semana Negra lleva ya varios años peregrinando con complejo de judío errante. Y este año que, en sus orígenes, iba a disponer de un espacio definitivo –gracias, dicho sea de paso, a una ex corporación criticada, vapuleada y vilipendiada injustamente-, llegan los mandamases de la Universidad y se ponen tontos. En una ocasión cierto catedrático de la Universidad Complutense de Madrid me decía que era triste comprobar cómo con el paso de los años hay personas que pasan por la universidad sin que luego la propia universidad pase por ellos, dado que son impermeables a todos los valores que emanan del campus. ‘Y con el paso del tiempo, me decía, estos tipos, que en muchas ocasiones son mediocres, ocupan puestos de responsabilidad’. Evidente. Si mañana la organización de este festival vuelve la espalda a esta ciudad y emprende rumbo hacía otra urbe sin remilgos y sin que nadie ponga trabas, nos lamentaremos. Pero nos habremos ganado a pulso ese viraje. Todo por culpa de un tropel de insensatos. Espero que una de las primeras medidas que adopte el señor Álvarez-Cascos sea ésta; poner orden y concierto en la Universidad, que cada día se parece más a un cortijo privado antes que a una comunidad académica, científica e investigadora.... Le daremos un voto de confianza. Sólo uno.