Maqueta del proyecto-EFE
Vale que la humilde casa de adobe donde supuestamente nació Su Excelencia, sea declarada monumento histórico. No es nada peculiar, andando el tiempo, también se han rescatado las moradas de otros presidentes que yacían en ruinas en varios casos. Para perpetuar la memoria histórica, se dice. Para llevar turistas y alimentar la leyenda suele ser la explicación más natural. Pero como estamos en tiempos de socialismo milenarista, de yapa hemos declarado a su localidad de origen como “Patrimonio Histórico Nacional”. Sin duda, es un acontecimiento histórico e hiperrevolucionario porque nunca antes había sucedido algo similar: a partir de este ejemplo, las decenas de ciudades y pueblos natales de los mandatarios deberían de gozar del mismo privilegio.Que a partir de la circunstancia que nos ocupa, al pueblecito de Orinoca, le hayan llevado electricidad, televisión, telefonía celular e internet, además de inaugurarle hace pocos días una carretera asfaltada, no tiene nada de extraño, ni es criticable que el presidente quiera mimar a sus paisanos. Sin embargo, que en el mismo sitio se haya decidido levantar “el museo más grande de Bolivia y uno de los mayores de Sudamérica” da para corroborar que solo se pretende alimentar el mito del “presidente más grande de Bolivia”, según un abogado que le dedicó un libro, al tiempo que se postulaba para magistrado.
Imagínense que las construcciones más importantes en una aldea perdida en mitad de la nada (literalmente en medio del desértico altiplano), sean un coliseo cerrado, un estadio de césped artificial y el mastodóntico museo dedicado a la Revolución Democrática y Cultural. No contento con el proyecto inicial que solamente contemplaba la construcción de un edificio y por ende a un costo menor, el caudillo soñaba con un megaproyecto a la altura de sus delirios. Por fin, luego de los ajustes, se ha dado inicio a los trabajos: la obra tendrá una superficie de 6.000 metros cuadrados, dentro de un terreno de 12.000 metros, dividida en tres módulos, que tendrán la forma de un armadillo, un puma, y una llama, figuras presentes en la cosmovisión andina. Tal es la magnitud del proyecto que según el arquitecto encargado, será por primera vez que en 500 años, que se construye otra vez un templo andino como los que existieron en la época prehispánica.
Orinoca y sus humildes casas que contrastarán con el lujoso museo de Evo (foto Los Tiempos)
Como no podía ser de otra manera, el museo será llenado con objetos acumulados por el mandatario durante su trayectoria política. Según sus promotores, sus instalaciones albergarán los 500 ponchos(polémicos por ser los aparentes culpables de haber inflado el patrimonio del presidente) obsequiados por los artesanos y campesinos durante los maratónicos viajes de Morales, además de las decenas de libros que se han escrito sobre él (falta saber si formará parte de la colección, el libro más vendido en Bolivia y que lleva por título “Evadas, cien frases para la historia”). Lógicamente, para disimular, incluirán muestras de arte indígena. Por si fuera poco, se dijo que incluso se rescatarán algunas grabaciones que hizo Evo, en sus tiempos de trompetista de una banda folclórica. Quién sabe, su trompeta quizá sea más codiciada que la de Louis Armstrong.Y uno se pregunta, quién irá a la nueva Meca andina, tan alejada de los circuitos turísticos. Ni el sitio donde murió El Che, siendo para muchos el revolucionario más grande de todos los tiempos, tiene muchos visitantes, apenas unos románticos visitan su sencillo santuario que con seguridad no costó ni cinco mil dólares. Cuestiones culturales e ideológicas aparte, si cualquier personaje, profeta herbolario o guerrero multicolor, quiere perpetuar su figura o levantar un monumento a su pie izquierdo, estaría en su pleno derecho, siempre y cuando se lo haga con su dinero o con el aporte de su ejército de admiradores. Pero una vez más, se están farreando la plata de todos los bolivianos: otro capricho personal que demandará un presupuesto de 7 millones de dólares. Nada raro que en poco tiempo, también construyan una pista para que el emperador llegue en su nave plurinacional. Y luego quizá levanten una gigantesca estatua emulando a un dictador de Corea del Norte, con el puño izquierdo en alto y con traje Mao incluido. Ni Mariano Melgarejo, considerado el gobernante más extravagante de la historia nacional, había alcanzado cotas tan altas de vanidad.