El nervio del viaje ~ Tercera parte: De cuando Concepción fue difícil.

Publicado el 11 diciembre 2011 por Sebastianguajardo
Vaya a saber uno cuándo será mi próximo viaje. Porque no es tan fácil, pues: Hay que contar con un presupuesto mínimo, con full disponibilidad para desconectarse del mundo, tener un compañero más vivo que yo y, así, por si las moscas, un plan que nos salve en situaciones penca. Es que improviso tanto que no sería raro verme perdido por ahí a mi suerte. 
El último viaje que hice fue a Concepción. Un día viernes tipo 16 hr. me dieron ganas de ir para allá, así que pesqué mi bolso, me despedí y partí. Tuve que viajar de noche porque jamás se me ocurrió pensar en el sobrecupo de un fin de semana en horario post-oficina. Además jugaba Chile después del evento del bautizo, todos andaban eufóricos y con unas especiales ganas de que los de la selección demostraran que los wncitos irresponsables eran dispensables… No lo lograron y les sacaron la cresta. Mis condolencias, peloteros varios. Estaba yo parado en el terminal a eso de las 19 hr. sin poder comprar pasajes ni en las líneas más pencas. Ya había presupuestado llegar tipo 1 am y había movido los hilos para que me fueran a buscar a Collao. Pero como lo más temprano que encontré fue a las 22 hr., partí caminando a la universidad (a dos estaciones de Metro, nada más) para hacer la hora. Entre que me encontré con una compañera y soportaba un insoportable dolor de guata, casi perdí la noción del tiempo y casi me atrasé jaja. 
Fue un viaje tranquilo. Primera vez que viajaba a Concepción de noche y el paisaje se veía diferente. El ambiente del bus cambió, el tiempo de espera fue nulo y con pocas horas de sueño. Conozco tanta gente que se duerme automáticamente en la micro pero en un bus la cosa es imposible… Y me incluyo.  Pasaron “127 horas”, la película del tipo al que le queda atrapado el brazo en un bloque de piedra. Buen tráiler, la verdad. Bonita dirección.
Concepción estuvo tranquilo esa vez. Lenga nos recibió con un día soleado y de mucho viento y soportó nuestras conversaciones en inglés metralletado con Chris, el amigo australiano de Roberto. Entremedio de la caminata, me llaman de S.Q.P. para una entrevista de trabajo el día lunes y, tan rápido como se me ocurrió irme a Concepción, tuve que cambiar de planes y volver el domingo después de almuerzo a Santiago. ¡Ni siquiera pude juntarme con Víctor Hugo Figueroa para recibir el libro que ofreció regalarme!. Por problemas de tope horario, tuve que post-poner para fines de diciembre/principios de enero la pega en S.Q.P. A veces no es tan bueno tener cosas que hacer y que no te paguen por ellas. 
Desde antes del terremoto que no paseaba por Dichato. Había llegado hasta Tomé y sólo de noche. Nunca he comentado lo triste que fue volver a Concepción pocos meses después de ocurrido el terremoto, ver el camino en la Ruta 5, no encontrar los imponentes puentes que cruzan el Bío Bío y ser testigo presencial de cómo muchos lugares de la ciudad parecían verdaderos escenarios de guerra.Y la impresión se puso mucho peor cuando Dichato me mostró su peor cara desde la primera vez que fui… Y es peor aun cuando estás relatando en un idioma que no es el tuyo todo lo que ocurrió, comparando el antes y el después, describiendo escenarios, sensaciones y emociones que necesitan de una experticia más desarrollada del inglés. Se juntó la impotencia de ver cómo luce todavía hoy el lugar y la impotencia de no poder expresarte adecuadamente cuando lo único que quieres es sociabilizar lo que pasa por tu cabeza, por tu cuerpo. 
Chris sólo atinó a decir que la noche anterior sintió un temblor y murió de pánico en un piso 4.