Revista Literatura

El 'no color' que cayó del cielo

Publicado el 20 octubre 2011 por Chaimon

A medida que avanza la vida, siento que no estoy parado donde quisiera. Sí cerca, pero no donde quiero. Y la culpa es de la sensación huérfana, diría, de no saber el origen de mis enojos. Me enojo. Si no me escuchan, si no me comprenden pero sobre todo si me mal interpretan. Me enojo mucho. Me cuestiono continuamente, sin llegar a muchas respuestas concretas.
Sólo llegué a una, un tanto extensa: cuando uno le dice a un niño NO muchas veces, ese NO tiende a desvalorizarse por cuestiones razonables de repetición. Cuando hay muchos NO, uno importante se mezcla con muchos que no lo son.
Esa es mi conclusión.
Acepto el punto de tener que enojarme menos, pero me duele que nunca nadie me haya preguntado al menos una vez, porque estoy enojado por tal o cual cosa. O si lo que ellos entienden como un enojo mío, no es sólo, un modo pasional de decir algunas cosas o defender una postura.
Claro, por lógica sucede que ante mi enojo o supuesto enojo el otro se defiende, y ante esa defensa que no comprendo de dónde viene, entonces sí me defiendo partiendo de un enojo. Ahí es cuando todo se desmadra en un océanos de vocales, consonantes y exclamaciones que buscan tierra a la vista.
Me ha sucedido infinidad de veces que por no sentirme comprendido, reacciono. Y esa reacción es violenta, desmedida, avasalla, invade, sacude, denigra, reclama, pretende pisotear al otro y claro, la razón se ve tapada (con justa razón) por la violencia, el desmadre, la opresión, la invasión, el sacudón, la denigración, el reclamo, y más.
Luego de eso queda el vació,  la tormenta. La verdadera, la que me impide ser feliz conmigo, la que provoca odio hacia mí, que me hace sentir un ser sin amor, detestable e insoportable.
Me lleno la boca hablando del amor, tengo millones de años de amor en mi cuerpo cada vez menos diminuto, y lamento sentir que va a terminar guardado en un bolsillo de un pantalón que no usaré nunca más. No soy adorable, no soy sociable, y la diferencia entre cuando soy bueno y cuando soy malo es tan abismal que no sé como achicarla.
Me escondo en la hoja en blanco, escribo y siento que mejoro un poco. Hasta que finalizo y vuelvo a quedarme sin palabras. No merezco amor. Voy a intentar enojarme menos. Siento que hago cosas por los demás y que eso debería justificar que hagan cosas por mí. Pasa que esas cosas son las que pido cuando me enojo, que me pregunten.  Pero quién quiere saber algo de alguien que asusta.
Quiero subirme al primer avión invisible que pase volando, me lleve hasta ella, darle un beso y decirle que soy bueno.


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