El nombre

Publicado el 03 febrero 2016 por José Ángel Ordiz @jaordiz

stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus. (de la prístina rosa, sólo nos queda el nombre.)

, Umberto Eco, 1980

Medio mundo y parte del otro en espera de encarnizarse con la primera novela de Eco el crítico, de Eco el ensayista, el teórico, el sibarita de las palabras, tan cruel con obras ajenas mediocres, y con las ganas se quedaron esas multitudinarias fracciones literarias.

Porque en su rosa no falta nada: documentación histórica, técnica narrativa, diálogos brillantes, reflexiones, misterios, sentimientos, un adelantado Sherlock Holmes, un clásico narrador que recuerda y da fe...

De nuevo, ay, lo religioso y el amor enfrentados.

Esos monjes (tan hambrientos de conocimientos pretéritos, como ajenos a su época viva y no menos famélica de pan, tan curiosos como cretinos) y ese amor eterno de una sola noche (sin nombre, la rosa sin espinas en el tallo, la rosa desnuda, la rosa de las fragancias; la otra, la ilustrada, la del fanatismo uniformado, sí tiene espinas, y huele mal, como el razonamiento que pretende justificar los asesinatos en la abadía: la risa no es buena para el hombre, puede incitar a perder el miedo al infierno y, sin ese temor, a no necesitar a Dios).

"Le sobran disquisiciones", opinan quienes tal vez suelen leer mientras ven la televisión o se asolean en la playa. Puede ser. "Le sobran latines". Puede ser. "Le sobran...". Que sí, que sí, puede ser, pero ¿le falta algo?

Nada falta tampoco en la versión cinematográfica del relato.

Infrecuentes, casi asombrosos, semejantes maridajes.

A encarnizarme con la película fui yo y con las ganas me quedé, Jean-Jacques Annaud: un final distinto el tuyo (más fílmico, sí), pero igualmente eficaz.

Mi aplauso de entonces (el del cine entero) y de hoy a tu labor, a la de tu equipo, a la de tus intérpretes.

Ignoro, o no recuerdo (que es lo mismo), si el exigente Umberto Eco también aplaudió vuestras espléndidas labores, lo cual me importa un bledo, la verdad: tengo su joya y tu tesoro, conmovedor el Ya busco, ya busco, pero no encuentr o del pobre desgraciado que, luego, mientras lo chamuscan, pretende alejar las llamas de su cuerpo con unos cuantos soplidos...

El nombre de la rosa , 1986

-¿Acabaste, amo?

-Puede valer, sí.

-Tenemos un problema.

-Un problema lo tendrás tú, yo tengo muchos, secretario mío.

-Me refiero a la categoría donde reposará esta entrada.

-Habla en cristiano, Rogelio.

-¿Literatura o Cine?

-Ah, eso. Cine, y ya está, poco fiables los nombres de las categorías de este blog.

-Verdaderamente...

( Para Mélani, a quien tanto le importan los nombres; rosa sería la rosa aunque por nombre distinto fuese conocida, estimo yo, pero esa es otra historia que no viene a cuento, y menos en una dedicatoria)