¡Mira… vacas!! ¡Que bonito! ¡Otra vaca!!
Ese fue más o menos el grito unánime de la parte trasera del coche desde que rebasamos Pamplona y hasta que llegamos a nuestro destino, una casa rural en una aldea de Asturias. Pensé que el entusiasmo se les pasaría en un día, pero se pasaron contando vacas entre exclamaciones los cinco días siguientes. Y había muchas.
Acababan de descubrir el Norte. A mí me encandiló desde la primera vez que fui, a los diecisiete años, con mi primer novio, una acampada libre (y medio salvaje) de casi un mes en pleno Pirineo aragonés. Luego he ido ampliando mis cariños, País Vasco, Cantabria, Asturias, Navarra… y siempre que he podido me he escapado allí, sobre todo en verano, es como volver al otoño durante una o dos semanas.
Pero hacía más de diez años que no subía, primero fue un embarazo, luego era demasiado engorroso ir con tanto trasto, después llegó el otro embarazo, vinieron los años de alquilar chalet con piscina en agosto, que era lo mejor para los niños… el divorcio, la crisis… y así fueron pasando los años.
Así que este año decidimos arrojarnos a la aventura, eso sí, con todas las comodidades posibles, que se disfruta de todo mucho mejor.
Ha sido una semana llena de tonos verdes, montañas, valles y pastos… nubes que se podían tocar, playas al borde de la montaña, ríos de agua helada… todo un descubrimiento para ellos, otro paisaje y otros colores.
Subimos montañas, alcanzamos lagunas, sorteamos rebaños de inmensas vacas, nos adentramos en bosques umbríos y húmedos, descendimos por sendas vertiginosas… y nos reímos, sobre todo nos reímos mucho, incluso en los momentos de pendiente más pronunciada (que manía esa de hacer las rutas de senderismo siempre hacía arriba), y es que no hay nada como llevar un guía explorador con mucho sentido del humor y con experiencia en ahuyentar toros.
Mi hija se ha quedado con ganas de irse a vivir allí, en una casa al borde de un río, con muchos animales. Mi hijo era feliz en manga corta mientras los demás necesitábamos chaqueta.
Para mí, que me daba un poco de miedo el experimento… ha sido una semana genial. Lástima que se acabara tan pronto.
Menos mal que nos quedaba Donosti.
Palacio de Naviego. Asturias.