El director alemán Volker Schlöndorff toma aquí un dramático episodio de la Segunda Guerra Mundial que no registra antecedentes, en materia cinematográfica: sacerdotes prisioneros en campos de concentración por oponerse al régimen nazi o simplemente por pertenecer a países conquistados por el fanático de Hitler. Basado libremente en el diario que Jean Bernard escribió en prisión, El noveno día narra el conflicto moral al que es puesto a prueba Henri Kremer (Ulrich Matthes), abad luxemburgués de buena familia, quien se encuentra privado de su libertad en Dachau junto a otros religiosos en una barraca exclusiva para ellos. Los castigos corporales y las humillaciones que allí sufrieron fueron ruines, viles e impiadosos y sólo su fe en Dios les permitió a algunos sobrevivir un tiempo en esa deleznable cárcel ideológica. En ese contexto de horror no faltaban desde ejecuciones sumarias, torturas psicológicas y hasta incalificables crucifixiones. Kremer padece este calvario con mucho miedo pero eso es sólo el preámbulo para un problema aún mayor.
En Dachau se presenta un oficial de la Gestapo con la orden de darle un permiso especial por nueve días para que el sacerdote pueda asistir al funeral de su recién fallecida madre. Kremer sale del campo de concentración con el peso de saber que en sólo unas horas su retorno al mismo es inevitable. No obstante, muy pronto se sabe de los verdaderos planes de los nazis que pretenden convencer por la fuerza a Kremer para que interceda ante el obispo de Luxemburgo y que éste lleve su palabra al Papa Pío XII para llegar a un acuerdo entre la Iglesia y las autoridades alemanas y que aquella le dé el visto bueno públicamente al régimen liderado por el Fuhrer. Caso contrario, le jura el oficial de los SS Gebhard (August Diehl), hará asesinar a su hermana, cuñado y demás familiares y, como si no le alcanzara al muy sádico, a todos sus infortunados compañeros de Dachau.
Schlöndorff ha construido con sobriedad el minucioso Vía Crucis de este hombre escindido por la responsabilidad que le toca en suerte en medio de la cruenta contienda. Kremer duda y por momentos sus ojos alucinados nos dejan entrever el abismo negro al que se enfrenta sin saber muy bien cómo hacerlo. Ulrich Matthes cumple en ese rol una de las más destacadas actuaciones de la historia del séptimo arte. Cuesta creer que este clérigo compasivo ha sido compuesto por el mismo actor que le dio vida al desequilibrado Joseph Goebbels en La caída. Además del aspecto físico indispensable (para el cual debió perder bastante peso), hay una descomunal labor interior de Matthes en la que su tortuoso personaje convence con creces. También se destaca August Diehl como el Némesis de Kremer alternando estallidos violentos con momentos de calculada suavidad (aunque siempre severa).