Quedan menos de dos meses para el décimo aniversario de los eventos sucedidos el 11 de septiembre de 2001 en suelo estadounidense. Esa operación, aún hoy considerada como un acto terrorista a nivel oficial, fue el detonante del neoimperialismo de los Estados Unidos para el nuevo siglo XXI. Fue la excusa perfecta. Algo así como una Operación Northwoods, sólo que en este caso sí que fue ejecutada.
Hoy cuelgo el documental The New American Century ("El Nuevo Siglo Americano") completo y doblado al español en el que va a ser el primero de una serie de posts relacionados con el 11-S.
AVISO: El documental incluye videos e imágenes de violencia en Irak que pueden herir fácilmente la sensibilidad.
El Nuevo Siglo Americano (a pesar de su título, trata en exclusiva de los Estados Unidos, no del continente), producido por Massimo Mazzucco, trata las verdades encubiertas que llevaron al 11-S y las que lo precedieron. No es un reportaje sobre los atentados. Más bien, se centra en cómo fue usado ese evento para poner en marcha el nuevo plan estratégico de Estados Unidos como potencia suprema mundial. Este reportaje es imprescindible para entender los entresijos del nuevo imperialismo estadounidense surgido en este nuevo siglo, tanto para los acontecimientos ya pasados (Afganistán, Irak), como para los presentes (Libia) y los que llegarán en un futuro. El documental se pasea por Irak, por Afganistán y muestra la realidad de la industria militar y la petrolífera, así como la de las empresas privadas que ocuparon Irak bajo licencia gubernamental. Centra su atención en el think tank Project for the New American Century (Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense) o PNAC (Wikipedia) (web oficial), grupo de poder que aglutinaba a los más influyentes neoconservadores de finales de los años 90, entre los que se encontraban Dick Cheney, Donald Rumsfeld y otras figuras cercanas a George W. Bush durante su mandato, así como el actual director del Banco Mundial, Robert B. Zoellick. Pretendían instaurar la supremacía política y militar estadounidense en el globo a través de la creación de un estado de guerra permanente. Y, para ello, buscaban, como ellos mismos anunciaron públicamente, un nuevo Pearl Harbor. Y meses después, se cumplió su deseo: llegó el 11-S.
Millones de personas fuimos testigos en directo de aquella operación aquel 11 de septiembre. Las palabras "terrorista", "árabes", "palestinos", "musulmanes", "muerte" y nombres como "Bin Laden" o "Al Qaida", mezclado con las terribles imágenes de personas lanzándose desde las Torres Gemelas en llamas, víctimas civiles heridas, bomberos atrapados... Todo eso entró en nuestra mente sin control. Entraron cuando más vulnerables nos encontrábamos. Las emociones más baśicas del ser humano estaban a flor de piel. Fue todo un éxito. Las élites financieras y militares lo habían conseguido, gracias al miedo y al terror que habían sembrado sobre nosotros. Ya tenían el pretexto perfecto para asegurar la dominancia de Estados Unidos en el mundo y el negocio de la guerra estaba servido. Estados Unidos tenía su nuevo Pearl Harbor, un nuevo atentado como pretexto, como excusa. La diferencia entre uno y otro atentado está en que en 1941 el Gobierno conocía las intenciones de los japoneses de antemano y no hicieron nada para evitarlo, mientras que en 2001, los verdaderos ejecutores no fueron (sólo) potencias extranjeras, sino miembros destacados de las esferas financieras y político-militares de los Estados Unidos. Pero este es un tema que abordaré otro día.
A ese nuevo Pearl Harbor se refería el PNAC. Había sido fundado pocos años antes (1997) en Washington, D.C. Su misión era clara. Pretendía encauzar el ideario político neoconservador en las más altas esferas políticas de los Estados Unidos. El PNAC buscaba influir al gobierno de turno para instaurar la predominio mundial de los Estados Unidos, con motivo del derrumbe de su principal enemigo hasta la fecha, la Unión Soviética. Proponía un ejército preparado para los nuevos escenarios bélicos, preparado para las guerras modernas, y para ello esperaba un aumento del gasto militar en decenas de miles de millones de dólares. El PNAC buscaba una gran transformación y pretendía conseguirla pronto. Para ello, qué mejor que un atentado en suelo estadounidense para justificar guerras y así aumentar aquel gasto. Y eso es precisamente lo que tenían en mente:
"El proceso de transformación, aunque llevara a un cambio revolucionario, está destinado a durar en el tiempo, a menos que intervenga un evento catastrófico y catalizador - como un nuevo Pearl Harbor." PNAC (Sección V, "Reconstruyendo las Defensas de los Estados Unidos"). (ver documento en .pdf)Ahora sólo faltaba el evento y el enemigo. Esta vez el enemigo no podía ser la URSS. Debía ser un nuevo enemigo, escurridizo, invisible, que estuviera en todas partes y en ningún lugar, y sobre todo, que atemorizara a la población hasta el punto de conseguir el apoyo social masivo para iniciar ese proyecto ideado años atrás: el estado de guerra permanente a nivel global. ¿El evento? No sólo uno, sino varios. Eso sí, todos el mismo día, el fatídico 11 de septiembre de 2001.