Aquí estoy, como se dice en Cádiz, más "perdía" que el barco del arroz.Llevo toda la tarde dándole vueltas a la dichosa tarea de matemáticas. Pongo empeño porque el chiquillo (mi hijo) necesita ayuda, pero tengo que reconocer que cuando llegan las dudas con esta asignatura, me empiezan a entrar sudores nada más que de pensar, primero, cómo me explico a mí misma lo que después tengo que transmitirle a él en lenguaje sencillo.Bueno, esto que he dicho es ya en sí una tontería porque lo de que tengo que traducir a lenguaje sencillo ha quedado aquí muy bien, muy como de madre moderna, pero realmente tengo que decir, ahora que nadie me escucha, que cuando busco la información en internet, más de una vez he colocado detrás de la pregunta en cuestión una coletilla que dice "explicado para niños", sintiéndome de alguna manera depravada y mentirosa como la protagonista de aquella cancioncilla pegadiza...♫que la detengan...que es una mentirosa...♫....Perdón, perdón, que pierdo el hilo...Bueno, como decía, hoy he tenido que usar ese recurso del "explicado versión torpes" porque es que la pregunta del millón ha sido: mamá ¿qué es el número áureo?No me digáis, listos que sois todos unos listos, que la pregunta no era para decir eso del "ay omá y ¿ahora qué hago?". Porque a mí era para verme la cara.Claro, yo enseguida tiro de la literatura y lo primero que me viene a la cabeza es Dan Brown, el Código da Vinci y hasta a Tom Hanks he visto, corriendo por París en la película. Pero, vamos, de eso a que yo pueda explicarle algo que le sirva al pobre chaval...vamos, ni de broma.Inmediatamente después del choque emocional viene internet. Yo pensé: seguro que ahora encuentro a un alma caritativa que me lo explica todo estupendamente. Pues no había manera. Y mira que con eso de lo de "para niños" encontré hasta un vídeo denominado "El número de oro explicado por el Pato Donald", pero que no, que ni aunque viniera Walt Disney directamente del Polo Norte donde dicen que vive, era capaz el hombre de hacerme entender aquello.Cuando ya voy medio encarrilando una explicación más o menos entendible, va el niño y me dice: pues ahora tengo que hacer un ejercicio en el que tengo que medir un rectángulo áureo. Ahí, tengo que reconocerlo, fue cuando me acordé, directamente y en términos un poco soeces, de la madre de Leonardo y del padre del Hombre de Vitrubio. ¿Rectángulo áureo, niño? Pero, vamos a ver (léase con nerviosismo y voz temblona) ¿a tí esto no te lo ha explicado el maestro? ¡Ay! Con lo bien que quedo cuando toca comentario de texto...