Revista Talentos

Él o ella (Parte II)

Publicado el 03 mayo 2016 por Jorge Moreno @JorgeMoreno_M

-¿Pero cómo que no te ves? Si estás monísima.

-Ya, pero no soy yo, no puedo salir así a la calle y menos ir a una entrevista de trabajo vestido de esta manera. No me siento seguro.

-No te preocupes. Tengo la solución. -Abrió un cajón y sacó una compresa-. Toma ponte esto, así te sentirás segura -dijo riéndose a carcajadas.

-¡Vete a la mierda, Julia!

-¡Venga, Dani! Sal ahí fuera a por ese trabajo. Está diseñado para ti, ¿recuerdas? Vas a dejarlo pasar solo porque no seas una mujer. Y vas a tirar por tierra todo lo que has sufrido para convertirte en esa mujer -dijo señalando al espejo-. La depilación, aprender a andar con tacones, los agujeros para los pendientes, las horas de maquillaje... Él o ella (Parte II)

Reconozco que la idea de la depilación me rondaba por la cabeza desde hacía tiempo y que la historia de la entrevista me pareció una excusa perfecta para ponerla en práctica. El primer tirón, aparte de pelos, me arrancó alaridos solo superados por las risas de las depiladoras del centro de estética.

-¡Venga, machote! -continuó Julia-. Sal ahí y dales la mujer que quieren -dijo y me despidió con un cachete en la nalga.

El trayecto en metro fue el peor de mi vida. Los tacones me destrozaban los pies y el tanga empezaba a rozarme la raja del culo. Yo le dije a Julia que no era necesario, pero ella insistió en que si no se me marcarían las bragas en la falda ceñida que había elegido y que quedaría fatal. Para colmo tuve que aguantar a más de un baboso que aprovechaba la multitud para apalancarse junto a mi trasero.

Al fin llegué al edificio y monté en el ascensor. Planta 25. Durante el trayecto me miré al espejo. Realmente estaba monísima. Para que mentir, tenía un polvazo. Reconozco que me toqué un pecho, algo pequeño para mi gusto. Me detuve y alejé esos pensamientos de mi cabeza, en parte porque llegaba a mi destino y en parte porque una erección echaría a perder mi disfraz.

Entré en la sala para la entrevista. Cuatro hombres de mediana edad me miraron de arriba abajo y tras unos instantes me dijeron que me sentara en una silla frente a ellos. Me preguntaron mi nombre y contesté Daniela, estaba tan nervioso que no quería arriesgarme con cualquiera otro diferente al mío.

Tres de ellos estuvieron preguntándome cosas absurdas que no tenían nada que ver con el trabajo: que si estaba casada, que si tenía hijos, que si tenía novio, que sí que bueno hacía para esa época del año. No tuve que mentir para contestar que no a todas ellas, menos a la última. El cuarto de los entrevistadores permanecía callado, no paraba de mirar hacia a mí, pero nunca a los ojos: ¡Estaba mirándome las tetas!

No me preguntaron nada más se despidieron y me dijeron que ya me llamarían. Sabía que no lo harían. No me preguntaron nada de mi currículum. Seguramente se habían dado cuenta de que era un hombre y no quisieron perder el tiempo.

Pero antes de entrar en mi casa recibí una llamada diciéndome que me habían elegido y que empezaba al día siguiente.

Si no hubiera sido por los tacones habría subido corriendo. Le di la noticia a Julia que se puso como loca de contenta. Me besó, me subió la falda, me bajo las medias y el tanga, me tiró en la cama y me hizo el amor como no recordaba haberlo hecho antes.

Mi vida como mujer empezaba a gustarme.


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