El ocaso

Publicado el 21 marzo 2012 por Laika
Caminaba ensimismado en sus pensamientos. Anochecia en Madrid, era el final del verano, y una brisa agradable acompañaba sus pasos. Por un momento se dibujó una sonrisa en su cara cuando le pareció intuir que el sol,  que se retiraba a dormir,  le hacia un guiño de complicidad. Siempre le habian gustado las puestas de sol, le fascinaba ese color rojizo en el horizonte preludio del ocaso y esperanza de un dia nuevo por estrenar.
Pero hoy de manera especial ese ocaso le llevaba a pensar en su propia decadencia, y le entraron ganas de llorar mientras apuraba los pocos metros que le faltaban para llegar a su casa.
Giró con fuerza la llave en la cerradura y un leve suspiro le hizo sentirse seguro. Era como si en su soledad de hacia tiempo, solo encontraba alivio entre esas cuatro paredes.
Era un hombre todavia joven, bien parecido, aunque quizá por sus excesos prematuramente envejecido. Habia conocido a Julia un dia de primavera en el parque cercano a su casa. Le cautivó de ella su mirada juvenil abierta a la vida en plenitud. Jugaba con su perra divertida disfrutando del momento.
Al cabo de un rato de observarla, la pelota que ella habia tirado lejos, fué a parar a los pies de él. Muy galante se agachó para entregarsela y se miraron en silencio.
Después se dieron cuenta que casi eran vecinos. Los encuentros fortuitos se dieron con mucha facilidad, y comenzó una bonita amistad que se convirtió en amor con el paso del tiempo.
Juntos recorrieron los rincones de la ciudad acompañados la mayoria de las veces de " Canela" la perra de ella.
El habia encontrado en ella la seguridad que su carácter le habia negado siempre. Su madre, una mujer manipuladora le habia controlado desde su mas tierna infancia. Creció pensando que era lo normal que una madre te poseyera hasta axfisiar tu propia personalidad. Solo con el páso del tiempo se dió cuenta de que le habia convertido en un pelele sin voluntad.
Cuando su madre murió todavia joven, se sintió perdido en un océano de tamaño infinito, sus pasos inseguros le llevaron a probar las sustancias de moda que según algun amigo te hacian ver la vida de colores variados y vivirla a tope.
Al principio fueron unos inocentes "porros" más tarde empezó a mezclarlos con alcohol. Los efectos la mayoria de las veces eran catrastróficos, y cuando se despertaba después de pasar largas horas en el mundo de la noche, juraba una y mil veces, que lo iba  a dejar para siempre.
No era tan facil desengancharte como le decian sus amigos: "tu procura controlar" él por mas que se empeñaba no acertaba a controlar.
Con el páso de los dias su vida se tornó grisácea, anodina, triste.
Por eso cuando la encontró a ella, su corazón se etremeció por dentro como intentando agarrarse a una tabla de salvación.
Comenzó un camino de sinceridad con él mismo y con ella. Después el amor hizo el resto. Una mañana de otoño se casaron y sellaron su amor para siempre.
Al año siguiente, llegó Clara, una preciosa niñita que colmó sus ansias de felicidad.
El amaba a las dos, eran su vida. En su casa una esperanza nueva se habia instalado y no deseaba nada mas.
A lo largo de tres años vivió la felicidad mas absoluta acariciando los dias uno a uno.
Pero un nefasto dia se encontró con su pasado y antiguos amigos, y volvió a las andadas. Comenzó a ausentarse del hogar, la noche se convirtió de nuevo en su refugio. Llegaba ebrio y dando voces.
Así un dia tras otro, hasta que ella con su pequeña en brazos y su perra Canela abandonó la casa para siempre.
Al entrar en la casa vacia, y mirar por la ventana, hoy se encontró una vez más con el ocaso en su horizonte y quizá una pequeña esperanza anida en su corazón dolorido.