el ocaso de los mascarones de proa

Publicado el 13 septiembre 2013 por Maslama


desde los albores de la navegación los marineros han temido a la mar, y se han encomendado a sus dioses implorando protección. Y en dónde podría colocarse mejor la imagen de la divinidad protectora que en la proa de las embarcaciones, rompiendo las olas y guiando el barco entre los peligros de los mares. Probablemente así nacieron los mascarones de proa, que posiblemente tienen un origen fetichista o asociado a sacrificios rituales.
las naves egipcias llevaban en su proa la mirada protectora de los óculos u ojos de Horus, y los cretenses los de la diosa Rea. Los chinos decoraban las embarcaciones con tres tipos de óculos, ojos de dragón, ojos de renacuajo y ojos de fénix. Otras muchas naves del sureste asiático ostentan óculos, como las ghe luoi rung vietnamitas. Y las de Zanzíbar, en la costa africana del Índico, no se contentan con llevarlos a proa, sino que también los ponen en la popa. En la península Ibérica tanto las jábegas malagueñas como los pesqueros del pueblecito portugués de Nazaré siguen saliendo a la mar con sus óculos para ver y sortear los peligros.

el siguiente paso fue incorporar figuras representando animales. Naves tan primitivas como las curragh irlandesas, revestidas de cuero de buey, llevaban una cabeza de bóvido en su roda. En los barcos predinásticos egipcios se exhibían cabezas de animales como reliquias del sacrificio propiciatorio realizado al entrar éstos en servicio. Las embarcaciones de los fenicios, los mejores navegantes de la antigüedad, resultaban inconfundibles por sus cabezas de caballo encaramadas en las rodas. Y a los romanos también les gustaba tallar a sus dioses, y sobre todo a sus diosas, en las proas.

a los marineros, de siempre supersticiosos, esta omnipresencia divina les proporcionaba cierta confianza durante sus duras navegaciones. Otros pueblos más belicosos, con dioses guerreros, como los vikingos, estaban seguros del pánico que causaría en las poblaciones costeras la aparición de sus cabezas de dragón, serpientes y otros monstruos marinos, en las proas de sus drakkars. En todos los casos, las tripulaciones se identificaban con los mascarones de proa y con el tiempo éstos identificaban también el espíritu del buque. En algunos pueblos, como el maorí, las grandes canoas de guerra solían llevar figuras antropomorfas sacando la lengua en una clara actitud de burla al enemigo que alentaba a sus guerreros a la lucha.
la oscura Edad Media no fue muy propensa a decorar sus toscas embarcaciones para cruzar un mar que cada vez resultaba más lleno de horrores. Pero la llegada del Renacimiento y el redescubrimiento del mundo clásico devolvieron el gusto a los navegantes por la ornamentación de sus embarcaciones, con lo que el mascarón de proa volvió a recuperar, desde los siglos XIV y XV, su lugar en la mar. Ya en el siglo XVI, las orlas que rodeaban los mascarones señalaban consignas y lemas para las tripulaciones. El siglo XVII es el de los leones, rampantes y en las demás posiciones heráldicas, reafirmando en sus ostentosos escudos la hegemonía de las monarquías absolutas en los océanos. Un caso especial fue el de la catolicísima monarquía española, que colocó gran parte de su flota bajo la advocación de los más diversos santos patrones.

los dragones alados fueron el distintivo de los galeones británicos del siglo XVI, y la floritura llegó al máximo con el Sovereign of the Seas, botado en 1637, considerado el navío con mayor riqueza decorativa de la época. Los holandeses lo llamaban «el diablo de oro». Su mascarón representaba a Edgard el Pacífico cabalgando sobre siete reyes enemigos, mientras que la roda estaba rematada con un cupido montado sobre un león.
el Sovereign of the Seas salió victorioso de todos los combates en los que participó, y tuvo que ser un incendio provocado por una bujía de cera el que acabase con más de medio siglo de esplendor, en 1696. Para entonces la decoración de los barcos ya había llegado a ser muy importante, sobre todo para los franceses, que cubrían los mascarones con esteras antes de iniciar los combates. Con el tiempo, los almirantazgos decidieron reducir los costos en decoración de los buques, dando así fin a la edad dorada de los mascarones de proa.


en los albores del siglo XIX se da un breve resurgimiento del gusto por los mascarones de proa, cuando los ricos navieros surgidos de la prosperidad del comercio marítimo comienzan de nuevo a incorporar motivos ornamentales en las proas de sus naves, si bien más prosaicas y con intención estrictamente ornamental. En muchos casos los mascarones de proa respondían al nombre del buque, o eran retratos de los propietarios o de sus familiares, o bien se trataba sencillamente de motivos alegóricos.
en algunas flotas como la ballenera, las naves estimularon el nacimiento de una rica e ingenua iconografía popular, de la que todavía podemos encontrar algunos ejemplos en la flota ballenera del País Vasco, especializada en la caza con arpón de la ballena franca, también llamada vasca. Con todo, el emblemático mascarón se resiste a desaparecer, y algunos buques actuales, sobre todo de guerra, llevan dibujos alegóricos pintados o fundidos en bronce, o los emblemas de sus compañías.


para ver más:
mascarones de proa I (donde el viento nos lleve)
mascarones de proa II (donde el viento nos lleve)
mascarones de proa (viajes con mi tía)
la mujer en los mascarones de proa (mujeres navegantes)
grupo de Flickr dedicado a los mascarones de proa
ship figureheads: symbols of the sea (dark roasted blend)
post relacionado: faros
ronronea: naia