Y de tanto en tanto, como hoy, me toca abrir ese cajón. Y su olor se esparce por todo el salón y me transporta. Me trae recuerdos. Y sonrío. De medio lado. No os puedo explicar a qué huele. Huele a buenos momentos. A risas. A mojado. A ciudad. A cervezas.
Y es que a veces prestamos poca atención a los olores. Nos quedamos con los malos. Yo me quedo con los buenos. Con esos que me llevan a lugares de mi mente que me hacen sonreír. Pasto mojado. El olor de una tormenta en el aire. Pan recién hecho con mantequilla. Chocolate, cómo no. Sábanas recién puestas.
Y por supuesto... El olor de mi cajón.