Parece como si la idea existiera de antemano esperando a ser descubierta.
Sin embargo, es imprescindible la valentía de algun@s que haciendo frente al escepticismo generalizado y el miedo al cambio de otr@s sean capaces de exponer y experimentar sus ideas, haciendo posible la evolución, sin importar las críticas y el juicio de locura.
Así le ocurrió al joven dentista Horace Wells, precursor de la Anestesia.
La historia del gran descubrimiento de Horace Wells comienza el 10 de Diciembre de 1844. La mañana de ese día el diario Hartford Courant publica un anuncio de propaganda de carácter muy singular. Decía: “Hoy, martes, 10 de Diciembre de 1844, en la Union Hall tendrá lugar una exhibición de los fenómenos producidos por la inhalación del “protóxido de nitrógeno”, conocido vulgarmente con el nombre de “gas hilarante” o “gas de la alegría”…… Los efectos del gas en las personas que lo respiran consisten en que éstas, según su temperamento, se ponen a cantar, bailar, reír, hablar o luchar……”
Wells asiste al acontecimiento, incluso sale a escena e inhala el “gas hilarante” junto a otros ciudadanos. Cuando despierta de la embriaguez y recobra el sentido de la orientación vuelve a su sitio y contempla el espectáculo. Observa a un ciudadano que respira el gas y poco después se da un golpe fuerte en la tibia contra la esquina de un banco. Wells espera que el ciudadano tras despertarse del efecto del gas se ponga a gritar por el dolor en la pierna, pero no ocurre nada de esto. Wells se dirige al ciudadano y le comenta lo ocurrido, al levantar el pantalón la pierna está sangrando y se ve una herida transversal. Wells llega a la conclusión de que si a una persona se le da de respirar este gas se le podrá extraer una muela o amputar una pierna sin que sienta ningún dolor.
Decide probar el experimento consigo mismo. Le dice a su ayudante (John Riggs) que le saque una muela del juicio que
Wells decide realizar una exhibición para demostrar a los escépticos científicos su descubrimiento. Pero su debut fue un estrepitoso fracaso. En esta ocasión sale como voluntario un joven obeso aquejado de dolor de muelas, esta vez el “gas hilarante” no parece tener efecto. Así que los presentes abuchean a Wells a gritos de: “superchería, superchería, superchería”. Más tarde se descubrirá que las personas obesas y probablemente alcohólicas no reaccionan a la acción del “gas hilarante”
Pero Wells no se da por vencido y empleará toda su fuerza y no parará hasta conseguir co
(Relato extraído del libro: El siglo de los cirujanos. Jürgen Thorwald)
C.Valiño