El paradero

Publicado el 10 agosto 2016 por Rogger
El tiempo:
El 14 de Agosto de 1983, regresando de colocar flores y conversar con mi madre muerta seis años antes, compré un periódico para aliviar mi largo regreso a casa. Página tras página se leía sobre ataques terroristas y timoratas respuestas del entonces mandatario. Al día siguiente, tenía que ir a Barranco, así que caminé desde la avenida Tacna hasta Plaza San Martín, donde debía tomar la línea 2 de los buses llamados Büssing. Ví que en el paradero inicial, junto al ex-cine Roma, no había ni buses ni colas, así que me puse a leer los periódicos en el quiosco de la esquina. Mi sensación de desazón fue la misma que el día anterior.
Cuando me senté por fin en el amplio bus amarillo, ya tenía la primera línea de mi poema.
El escenario:
El Perú se había ido convirtiendo en un país violento. Desde el 28 de Julio de 1980, don Fernando Belaúnde gobernaba con extrema falta de decisión frente a los peores auspicios que su antecesor, el gobierno militar, dejara a la nación. Era Belaúnde un presidente de escritorio, que prefería las comodidades de su oficina palaciega a los polvorientos escenarios del Perú profundo. andino, mestizo y pobre. Nos agobiaban muchas amenazas: una inflación que entre 1982 y 83 creció del 73% al 125%, gran endeudamiento externo, desempleo del 40%, un furibundo fenómeno El Niño, y episodios dramáticos como el de Lucanamarca, el primer gran paso del Senderismo. Frente a hechos gravísimos el país tuvo que soportar la desafortunada reacción de Belaúnde, quien no pasó de llamar “abigeos” a los crueles terroristas de Sendero.
El poema:
Una semana después, al final de la entrevista que hice al poeta Antonio Cisneros, y mientras me “jalaba” en su volkswagen, le pedí un momento para leerle mi poema y un consejo. “Yo lo dejaría como está”, dijo. Ante mi silencio optó por palmotearme el hombro. “En serio. No es mi poema, pero si lo fuera, yo lo dejaría como está. A mí me gusta”. Entonces lo dejé tal cual. Unos meses después el Instituto Nacional de Cultura de Ancash -que por ese entonces iba a publicar una revista- me pidió colaborar para su número de 1984 y le di tipeado a máquina mi poema. Lo único que reprocharía de aquella edición es que le añadieron signos de puntuación donde no existían. Aquí el facsímil del manuscrito, tal como lo escribí en el Büssing. Y enseguida, el texto de marras.

EL PARADERO
Suena Charles Aznavour en francés no entiendo
su voz cae como un aluvión
nada me conmueve hoy nada
la música cambia el estéreo tose
como mendigo en el atrio de alguna iglesia
que merece mejor “Los Paraguas de Cherburgo”
Todo falta menos los microbuses
deprimentes
como una cafetería perdida en los calendarios
como un emolientero dormido en la madrugada
como el ambulante que huye de los municipales
como la muchacha que busca trabajo de masajista
como los militares en su Bazar Central
como los deudores que no tienen plata
Yo conozco muchos paraderos ninguno como este
que tiene a la tienda de discos enfrente
con la música a todo volumen
o al quiosco de periódicos listo para ser devorado
-tanta masacre-soldados y campesinos- mejor los
deportes- mejor las porno- en todo caso los cómics-
ninguno como este paradero sin solución
para los alcaldes que no pueden reemplazarlo
lástima porque figura en el mapa
Las mujeres charlan Yo me hago el loco
para blandir la Memoria contra el Olvido
se detiene la negra
con sus piernas duras y amenazantes
con sus manos delicadas y sus ojos blancos
con su falda a cuadros
y sus ojos blancos y tiernos
como los de su propio reflejo en la ventana
yo vengo por ella a este paradero
Lima, 15/8/83
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