...los que me habéis conocido más de cerca sabéis ya que soy una persona que cree firmemente en el trabajo en equipo y que mi principal misión es demostrar con el ejemplo, que el rol de los líderes es sacar lo mejor de todas y cada una de las personas que sumamos el talento de nuestra empresa...
Cuando entró Felisa en el despacho de su jefe, éste paró el video que estaba viendo en su ordenador. Ella reconoció en la imagen que aparecía en la pantalla, a su director general, "el ejecutor", tal como le llamaban en la casa.
- Siéntate, Felisa - le dijo el señor Bronchales.
Bronchales era jefe de departamento, al igual que Felisa, en las época de don Paulino, el subdirector ya jubilado. Durante años había sido don Paulino quien había parado los ataques de Bronchales hacia Felisa, que la consideraba una verdadera incopetente.
Afortunadamente para Felisa, al jubilarse don Paulino, ella fue ascendida al mismo nivel que Bronchales y eso significó una tregua para sus constantes peleas.
- Mañana - dijo Bronchales - se publicará mi ascenso a subdirector.
- ¡Oh!. Felicidades - contestó Felisa, sin convicción.
- No te molestes en poner cara de alegría. Sé que te hace tanta ilusión como una patada en el estómago. Sabes que con el poder que tendré, podré destrozarte.
Felisa se tensó en su asiento.
- Eres una inútil - continuó Bronchales, con ironía -. Ahora que no tienes padrino que te proteja, tu futuro se vislumbra como incierto. Siempre me he preguntado qué es lo que hacía que Paulino te defendiera tanto. Supongo que habría una cierta relación entre aquellas minifaldas que te ponías... Era curioso observar lo relajado que salía Paulino de tus visitas a su despacho. En fin. Vamos al grano. ¿Quieres seguir siendo jefa?.
- Si, claro.
- Entonces quiero lo mismo que le dabas a Paulino.
Felisa maldijo su situación. Ella que creía haberse librado de aquellas degradantes relaciones con su jefe, tenía que volver a "trabajarse" su permanencia en el cargo...
Todo había cambiado, pero todo era igual que antes.
Paco salió desmoralizado de la reunión. Como de costumbre había visualizado el video en el que el director general volvía a hablar de la importancia del capital humano, de la importancia del liderazgo de los jefes para conseguir los objetivos...
"Tenemos que conseguir la transformación de los responsables de los equipos en auténticos líderes, que movilicen a la organización...".
Palabras y nada más que palabras. Su jefa, Felisa, se había librado de él y ahora hacía su trabajo en otro departamento, con otras personas. Sin embargo los jefes que le había tocado no eran más que antiguos elementos de don Paulino.
Bronchales, el "picoleto", como lo llamaban, era un calco de don Paulino. Incapaz de escuchar otra voz que la suya, distante, protocolario, despreciativo con sus subordinados, tenía todas las "cualidades" de su ex-jefe, ya jubilado.
Y sus responsables inmediatos estaban hechos de la misma pasta que Bronchales. Llevaba meses en el nuevo departamento y ninguno había tenido el detalle de preguntarle cómo estaba y las órdenes de nuevos trabajos adjudicados a dedo, le llegaban siempre a través de terceras personas.
- ¡Que pena de departamento! -, pensó, mientras recordaba como se había indignado uno de sus jefes cuando él le dijo que el liderazgo es algo que hay que ganárse.
Lo peor era que los otros departamentos habían cambiado. Paco lo veía a diario. Jefes que eran verdaderos líderes, era la tónica de la casa. Veía el ambiente de los demás departamentos, en que se trabajaba verdaderamente a gusto.
- ¿Qué habré hecho para no poder librarme nunca de esa gentuza retrógrada, de esos dinosaurios, en pleno siglo XXI?.
Sabía que su departamento no era otra cosa que el último reducto de otra cultura de empresa, ó mejor dicho, de otra "incultura" de empresa.
¿Cuándo se daría alguien cuenta de la diferencia que hay entre un jefe y un líder?. ¿Cuando dejaría la empresa de ascender a personas sin capacidad de liderazgo?.
- En fin. Poco puedo hacer - se dijo -. Quizás rezar para que se jubilen pronto ó los trasladen a otro departamento.
Cuando entró en el bar de Santiago, dejó en la calle sus pensamientos y volvió a disfrutar de las deliciosas patatas bravas en compañía del propietario.
Fuera, en la calle, se congeló el último pensamiento de Paco:
"Todo ha cambiado, pero todo es igual que antes".