El conductor asustado seguía mirándole absorto, de reojo,
esperando quién sabe si un grito más, que volviera a pedirle
que se pusiera en marcha, o aún peor que le obligase a
abandonar su preciado tesoro, el coche de su peor pesadilla.
Si le hubieran dicho en aquél momento en el que firmó el
contrato de compra lo que le depararía aquella firma… Si
le hubieran dado sólo una pista de lo que le esperaba…
Seguramente lo hubiera comprado igual. O no. Eso ya daba
igual. Estaba sentado en el sillón de cuero esperando que un
loco le dijera lo que tenía que hacer con su coche, su coche,
su amado coche, su odiado coche. Podía sentir el temblor de
su copiloto, los latidos a prisa y furiosos de su corazón
casi palpable. Su respiración profunda y agitada.
El próximo lunes 19 continuará en: http://boxeodeletras.blogspot.com