Enfado. Miedo. Indignación. Resentimiento. Desconfianza. Son sentimientos que a menudo nos acompañan y de los que nos gustaría deshacernos. ¿Qué os parecería ponerlos por escrito para darles voz o para olvidaros de ellos?
En el siglo XVI los romanos recurrían a una serie de estatuas distribuidas por el centro de la ciudad para expresar su descontento en relación con los abusos de poder y la corrupción que imperaban en aquella época. En la base y en el cuello de estas estatuas se colgaban hojas que contenían sátiras dirigidas sobre todo a la autoridad papal. Estas notas, conocidas como pasquinate, constituían un auténtico desafío hacia el gobierno y un motivo de preocupación para el mismo dada la popularidad que alcanzaban sus mensajes.
La más famosa de estas estatuas parlantes, el Pasquino, recoge aún hoy quejas, poesías y declaraciones de amor de todos aquellos que deciden ponerlas por escrito y pegarlas a la base de la estatua. Cierto, en pleno siglo XXI nuestras palabras difícilmente llegarán a propagarse como hace 500 años, pero a veces es mejor así.
El Pasquino, paciente depositario de la indignación colectiva e individual es, en realidad, un fragmento de una escultura de la época helénica (probablemente del siglo III a.C.) encontrada en 1501, en una excavación llevada a cabo precisamente en la plaza que actualmente la acoge, la Piazza del Pasquino.