Gentlemen, there is more in heaven and earththan is dreamt of in our philosophy.
BRIGGS, Twin Peaks 2x09
Le miraba con escepticismo mientras sorbía café. Hubiera escrito todo lo que sabía en una servilleta como una poeta bohemia de no haber caído en la cuenta de que él también sabía. Sabía por qué ambos habían pedido café en lugar de una cerveza, y por qué hablaban de ese maldito libro en lugar de preguntarse por las vísceras. Ambos sabían el porqué. La diferencia es que él interpretaba muy bien su papel: el personaje nunca se quedaba sin guión, éste se escribía cada noche por al menos cuatro manos, y luego todos esos literatos se quedaban en la mesilla hasta que el día volviera a hacer los 360º. Panero, Céline o Bukowski eran algunos de los autores que se encontraban detrás de aquel guión bien hilado.
Le quería aplaudir. Nunca nadie se ciñó tanto a un papel sabiendo que nunca lo romperá. Yo, sin embargo, sí lo hice. De hecho dejé de seguirlo durante la misma época en la que empecé a probar las drogas. Obviamente, no seguirlo conllevaba esporádicas crisis en las que rayaba la locura y la genialidad a partes iguales. Gracias a ello descubrí el pastel, un pastel enorme relleno de frutas troceadas y con generosa nata por fuera. Una noche, tras haber tomado una magdalena de marihuana con una coreana cuyo pirri en el pelo no hacía más que tambalearse enigmáticamente, le dije a Lola, la otra asistente a la fiesta: “todo es un escenario, todo es un puto escenario”. Las casas eran 2D y los carteles luminosos del kebab lucían con mucha más fuerza que la luna (o el reflejo del sol en la luna), caminábamos sin más y hablábamos sin mirarnos a la cara. Repetí mi magnífico descubrimiento un par de veces más con voz convincente y luego reí a carcajadas hasta no poder sostenerme en pie. Esa noche incluso llegué a comer la fruta de dentro del pastel, pero al final tuve que vomitarla en violentas sacudidas. Ambas lo hicimos. Era, en realidad, demasiada responsabilidad.Foto: nocturno de Ámsterdam