La tinta peor gastada en la historia de los periódicos es y ha sido la utilizada para escribir bajo las cabeceras aquello de diario independiente de la mañana. ¿Independiente? No hay un solo periódico en el mundo que lo sea, y es una trampa sucia pretender que se identifique exclusivamente esa presunta independencia con el correspondiente partido político, gobierno o poder económico. Es mentira porque bajo cualquier iniciativa editorial subyace un proyecto, público o no, que le hace depender de objetivos económicos y sociales, los que sean. Entonces, lo que cabe es pedirle al periódico que como mínimo sea honesto y dé a conocer a la sociedad en general y a sus lectores en particular de qué pie cojea.
Es imposible fiarse de un periódico que pregone como lema que es "el periódico de todos los ciudadanos" cuando a continuación le arrea a la Iglesia Católica hasta en el carné de identidad, y cuando todos los ciudadanos católicos protestan, el diario aclara que su crítica es a la cúpula eclesial pero no a sus fieles; vamos, que tú eres una bellísima persona pero mecagüen tu padre. Es imposible creer que un periódico sea independiente cuando su devoción progubernamental es directamente proporcional a las concesiones de televisión de pago que recibe su grupo y que, cuando se acaba el chollo de la codificación, le falta tinta para darle dos manos y un repaso a los yerros del ayer amiguito con el que hoy ya no se ajunta. Es imposible fiarse de un periódico que apunta todos sus chorros de tinta para ensuciar el ambiente ciudadano y sembrar la duda metódica sobre el honor de opositores o dirigentes. Es imposible entender a una cadena de diarios que proclama su encendida defensa de los derechos individuales y colectivos de la sociedad mientras en su canal de televisión hay metros cuadrados de basura por hora y, lo que es peor, custodiada por presuntos periodistas.
Ahora salta la noticia de que en los Estados Unidos cae en picado la credibilidad de los ciudadanos en los medios de comunicación y todo es un mesarse los cabellos y rasgarse las vestiduras. Pero cuando el sondeo se haga en España mejor será que pille a cubierto. El ciudadano no hace sino pagarle con la misma moneda al medio que se olvidó de él, al medio que olvidó que su razón de ser era la de servirle y ayudarle, a través de la información, a crecer en todos los sentidos. Y el ciudadano no es tonto, no. El ciudadano aguanta, hasta cierto punto, que la prensa sea la única industria que le esquilme el bolsillo en plena crisis, porque cuando otros sectores bajan sus precios y duplican sus ofertas, el periódico mantiene el precio y encima recorta de 64 a 48 sus páginas pero, eso sí, todo lo llenas que pueda de publicidad. Pero los errores, la simplicidad, la tendenciosidad, la superficialidad, la altanería, la inexactitud, la dejadez, la chapuza, la banalidad o la avaricia terminan formando una montaña de ruedas de molino. Demasiado desequilibrio cantidad-precio y calidad-precio.
En los Estados Unidos, la credibilidad en los medios ha caído del 55% de 1985 al 29% actual. Y el titular bien podría ser: "El 29% de los estadounidenses son héroes y mártires". Aunque, por otro lado, tampoco hay que olvidar que todos los problemas y la crisis que están ahogando a la prensa tienen su origen en internet. Ella no ha hecho nada, pero nada de nada.
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